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Considero que lo más lamentable del artículo de la teóloga y feminista estadounidense Frances Kissling1 no es propiamente su contenido, que como es lógico y deseable en una sociedad democrática y pluralista puede compartirse o no -y tan amigos-, sino más bien la clara intencionalidad de manipulación partidista y politiquera que se desprende de colocar justo a la derecha de la misma página, otro titulado "La izquierda se une para adelantar el debate del aborto". Sí: esa colocación de los dos artículos no es casual, sino causada porque se pretenda con ella tomar partido a favor de lo que se argumenta en ellos, en ambos. Estimo, así pues, que no hay que ser muy perspicaz para suponer o conjeturar muy clara la jugada: se trata de poner un granito de arena de cara a la conquista para las izquierdas oficiales -mucho más oficiales que reales- del voto de determinados sectores cristianos progres con vistas a las próximas Elecciones Generales, sobre las cuales ya están en el tajo nuestros mandarines políticos. Esto con cierta antelación. Pero para un futuro más cercano, se trataría de lo mismo sólo que con vistas al próximo debate parlamentario en el que los grupos políticos de izquierda (PSOE, IU, NI y BNG) harán la propuesta de ampliar a un cuarto supuesto la práctica legal del aborto. Y ello se hace, naturalmente, de la forma que es más habitual en un diario como El País, tan ligado, afirman algunos autores2, a intereses trilateralistas, es decir, intoxicando la información religiosa a base de desprestigio y deslegitimación de la Jerarquía con el Papa a la cabeza, a quien se califica -sic- de "gran intelectual, pero del siglo V", es decir, de retrógrado o conservador para arriba, no dialogante, integrista, reaccionario..., acusaciones sobre las que no es el momento de entrar, al menos directamente, si bien yo las interpreto -más allá de que sean más verdaderas o menos- como excesivamente desafectas e irrespetuosas hacia la Iglesia y hacia la figura del Papa. Con todo, son varias las consideraciones que habría que formular en torno al artículo. Para ello, voy primero a enumerar las que, a mi juicio, son sus más importantes o principales ideas de cara a lo que nos ocupa. Son las que siguen:
Verdaderamente no sería justo negar que en las propuestas de Frances Kissling aparecen aspectos interesantes, certeros o potencialmente certeros y dignos de consideración. Sin embargo, ni siquiera la índole claramente secularista de lo vertido en la entrevista me parece tan negativa como la manifiesta ansia politiquera de los grupos de la izquierda oficial por intentar alcanzar el poder en los próximos comicios generales, a través del trampolín del próximo debate parlamentario sobre la ampliación del aborto. Este es el quid de la cuestión. Y eso sí, que tal estrategia electoralista la vayan a poder pagar no ciudadanos con plenos derechos sociales reconocidos -que no lo son aún los nasciturus- , pero sí seres vivos -humanos- con pleno e inviolable derecho a nacer al mundo exterior -pues tal es el primer y elemental derecho de todo ser vivo-... Y que a esto jueguen también algunos teólogos y teólogas católicos progresistas..., siguiendo así con su actitud hipercrítica y totalmente desafecta y resentida contra la Iglesia la tendencia o corriente socio-cultural dominante en nuestros días, que destacados estudiosos no dudan en denominar cultura de la muerte, ocaso de las ideologías, muerte de Dios y muerte del hombre... Sí: demasiada ambigüedad aparece manifiesta en algunos de tales teólogos y teólogas. Y si no, veamos la guinda que pone El País con un artículo titulado "Los teólogos progresistas ven 'autoritarias' las denuncias de los obispos sobre el aborto"3. En dicho artículo continúan ellos criticando que la llamada Iglesia oficial pase de denunciar el neoliberalismo, con lo cual quien esto escribe acaba por preguntarse -sin encontrar fácil respuesta- si se han enterado o querido enterar de que la que ellos llaman despectivamente y con tan escaso sentido cristiano y evangélico Iglesia oficial o jerárquica, sí se ha pronunciado repetidas veces, con varios y preciosos documentos, sobre el neoliberalismo y sobre los grandes problemas que hoy aquejan a la humanidad. ¿Qué se saca con silenciar o ningunear estas verdades...? Pues evidentemente ni servir al Evangelio de Jesús ni a su Iglesia, aunque puede que sí a El País y de paso a todo su emporio oligopolístico-informativo, que ya nos tendrán que explicar si sirve y cómo sirve a los pobres. Curiosamente, todo hay que decirlo, la mayoría de la información religiosa -católica- que nos brinda El País se mueve entre la manifiesta y permanente o sistemática crítica a la Iglesia -tarea en la cual brindan un servicio especial los llamados teólogos y teólogas progresistas, bastantes de los cuales que yo conozco, auténticos burgueses- y la presentación de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII como lo único progresista que existe hoy por hoy en la Iglesia en España. ¿Es esto sensato y justo y cristiano y caritativo y evangélico...? Bastante soporta ya la Iglesia con tanto menosprecio y campaña planificada difamatoria a cargo de sectarismos made in PSOE, por poner un solo ejemplo, como para que encima arremetan contra ella -con tan poca misericordia- teólogos y teólogas proclamados o autoproclamados progresistas. Me gustaría añadir que recientemente he terminado de leer sendas obras dedicadas a dos grandísimos creyentes cristianos, personas que han hecho escuela de espiritualidad; me refiero a Francisco de Asís y a Carlos de Foucauld. Pues bien, en ninguno de ellos ni por asomo he creído -y de esto creo estar firmemente seguro o persuadido- percibir que hablaban de privilegios adquiridos y mucho menos exigían cuestiones como derecho a disentir del Magisterio, libertad de conciencia, modernización de la teología, y otras que se desprenden nítidamente del discurso de la teóloga y feminista Frances Kissling. Como ya bien me supongo que si ella me leyera u otras y otros que opinen parecido, me iban a calificar a mí también de integrista, no puedo menos que recordar unas muy conocidas palabras del Papa actual: "El mundo" ( es decir, las fuerzas económicas, políticas, socio-culturales y ambientales contrarias a la dignidad de la persona ) "quiere vaciar de contenido la cruz de Cristo". Y ello creo que es verdad. Pero no porque sea en modo alguno negativo reivindicar derechos y libertades y una mayor apertura, transparencia y democracia en las relaciones extraeclesiales y eclesiales, sino porque si la transparencia, democracia, amor y libertad -etcétera- no se viven en la Iglesia con vistas a aumentar la fraternidad, la dimensión solidaria y el servicio a los más necesitados..., entonces de ser así pudiera ser que tales intenciones adolecieran de dimensión o trascendencia evangélico-eclesial. De la lectura de ambos autores espirituales y del conocimiento de sus vidas por más nimio que sea, considero que se descubrirá que para nada se pronuncian ellos en el tono de Frances Kissling. Y ello no por la verdad de que todos somos distintos. Ellos no hablan de derechos adquiridos, ni de reformas en la Iglesia en función no de la santidad y el servicio fraterno y el evangelio, ni de desobedecer a las autoridades eclesiásticas, ni de supuesta rebelión de las bases, ni de nada de eso; se manifiestan a favor y viven radicalmente la locura del amor de Dios y el amor al prójimo, y por esa locura entusiasmante se sienten capaces de ir ligeros de equipaje, como quería el poeta, capaces de vender todo cuanto tienen -literalmente, todo-, de irse desnudando de cuantos ropajes les aparten de Dios. Y también acaban perdiendo sus derechos -incluso los legítimos, a los que nos agarramos los que somos más mediocres-, porque descubren gozosamente el principal deber y derecho de un cristiano: amar al prójimo como Cristo Jesús nos amó. Y conste que todo lo anterior señalado -libertad extra e intraeclesial, democracia, transparencia, comunidad de iguales, libertad de conciencia, autogestión...- es bueno y loable: son logros en cierta medida debidos a la modernidad, a veces conquistados incluso contra ciertas intransigencias históricas y demasiado lamentables de la propia Iglesia. Sólo que si ello no se cultiva desde un amor incondicional a nuestra Madre la Iglesia, a quien atribuimos con justicia innumerables arrugas a lo largo de su historia, pero a la que debemos también la noticia impagable de Jesús de Nazaret... De ahí que un hombre con fama de santo para quienes lo conocieron como fue Guillermo Rovirosa, intuyera convencidamente: "No se puede ser un verdadero apóstol de Cristo sin un amor apasionado a la Iglesia". Amor que no empaña la vista de los males de la Iglesia, sólo que acaba sintiéndolos como propios, familiares. Por eso será una crítica a la par amorosa y dolida, ¿pero qué sentido tiene que sea resentida e hipercrítica? Recordemos las palabras de Jesús: "No veas la paja en el ojo ajeno dejando de ver la viga en el tuyo". Ni que decir, por último, que tanto Francisco de Asís como Carlos de Foucauld amaron con pasión a la Iglesia, santa y pecadora, y quisieron como pocos lo han hecho probablemente que la protocomunidad eclesial deviniera comunidad de iguales, comunidad de hermanos. Por eso me producen a mí tanta tristeza discursos seudocristianos como el de Frances Kissling. Porque sé -y creo que ella también lo debe saber, y si no lo siento por ella- que los modelos a imitar siguen siendo los santos y santas, estén o no en los altares, porque trataron de ser fieles al único modelo, al único Santo. Entusiasmados a fondo perdido con la Iglesia, obedientes al máximo a la Iglesia y, desconcertante o paradójicamente, hombres y mujeres en tránsito de ser libres, muy libres, hermanos y hermanas universales, más liberados probablemente que la mayoría de los hipercríticos de turno que en verdad se muestran así de críticos porque tratan de responder con tal proceder a intereses no precisamente evangélicos y eclesiales, esto está claro. Porque conocieron y vivieron que la libertad en cristiano consiste en procurar que el otro a mi lado sea libre. O dicho similarmente no ya con un creyente en Jesucristo, sino ateo, anarquistalibertario. Decía Bakunin: "No puedo considerarme libre si el resto de los hombres que me rodean no son a su vez libres"4. Y aun lo más grave de todo, no lo perdamos de vista: las supuestas fuerzas progresistas o de izquierda creen que es un progreso el ampliar las posibilidades de abortar de las mujeres. ¿Progreso para quién?, ¿progreso en nombre del individualismo?, ¿en nombre de ejercer el ultracapitalista derecho a la propiedad privada también sobre la vida de un ser indefenso?, ¿el progreso de convertir un lugar tan naturalmente seguro como es el vientre de una mujer, en espacio inseguro para la vida que nace?, ¿el progreso de abortar incluso legitimado para las mujeres cristianas mientras más de cincuenta millones de abortos se producen anualmente en el mundo?, ¿el progreso de legitimar nuevos supuestos de aborto mientras sigue sin culminarse la verdadera lucha por la igualdad y la justicia internacionales, que no es otra que un reparto más justo de los bienes y riquezas existentes, pero no un exceso de población mundial?, ¿el progreso de ampliar el aborto como si ya no tuviésemos suficiente y aun excesiva cultura necrofílica a base de violencia televisada y real, virtual y verdadera, hambre, genocidios, guerras...?5 Tal vez no sean muy acertadas o lúcidas
las cuestiones anteriores y puede que alguien las repute de rutinarias,
tópicas o hasta hipócritas, antifeministas, pero lo cierto
es que los defensores del aborto aún deben explicarnos a los que
creemos no serlo, cómo el derecho de las mujeres a decidir sobre
sus cuerpos, a buscar lo mejor para sus vidas y sus cuerpos -lo cual es
tan loable como cuando lo hacemos los hombres, ni más ni menos,
en pie de igualdad- es una búsqueda y conquista que tropieza con
otra vida que, en realidad, ya no es su cuerpo, que está
en su cuerpo pero no es su cuerpo. Es como si la naturaleza no bastara
o se hubiese equivocado, ocasionalmente, y los supuestos legitimados para
el aborto tratasen de corregir tal error de la ley natural.
II Por consiguiente y en vista de lo ya apuntado, cabría que sospecháramos que el próximo debate sobre la ampliación del aborto no obedece a ninguna necesidad social real, sino a conveniencias electoralistas y de búsqueda del poder político. Necesidades sí urgentes y reales son el paro, el problema de la inmigración, los permanentes ocho millones de pobres desde hace décadas, la carestía de las viviendas especialmente para los jóvenes matrimonios y parejas, los recortes continuos en gastos sociales, la educación deteriorada... Así pues, se trata de recuperar terreno electoral perdido, de ganar tierra nutricia que dé votos trabajando a favor de las tendencias filosóficas y culturales dominantes en nuestra sociedad actual, que no son otras que las amparadas bajo el dogma del individualismo y de la libertad entendida no como el viejo Bakunin la entendía juntamente con otros autores libertarios -esto es, primacía de la libertad individual frente a toda tiranía para sacrificar tal libertad redentora en el altar de la lucha solidaria y comunitaria-, sino como la exaltación a tumba abierta del yo, acaso más en la línea del pensamiento liberal clásico y aun en la de autores anarquizantes como los filósofos alemanes F. Nietzsche y especialmente Max Stirner. Sólo que en estos dos últimos el pensamiento no conduciría nunca a lo comunitario, tampoco a las certezas o convicciones suficientes para organizar una praxis liberadora, socializante, compasiva. En ambos, es la exaltación poderosa del yo -el superhombre y la voluntad de poder en Nietzsche, la sociedad de egoístas radicales en Max Stirner- lo esencial de sus doctrinas. Nuestra sospecha es que la moderna reivindicación proabortista más parece ligada a esos dos tipos de anarquismo individualista disoperador -no comunitarismo ni opción por la justicia- que a la tradición libertaria comunitarista. O al menos así debería ser, y aunque en tal caso tuviéramos que sobrepasar la insuficiencia argumentativa y epistemológica de las éticas libertarias o prometeicas6. Y a todo esto -y no es broma- sin saber del todo si para las venideras convocatorias electorales nos íbamos a librar por fin de los gritos escatológicos y seudomesiánicos del ínclito Alfonso Guerra advirtiéndonos con su verbo luminoso por encendido -en medio de mucha verborrea anacronizante: que si la derecha no ha hecho lo que la izquierda sí hará, que si patatín que si patatán...-: "¡Españoleeeee..., que viene la derechaaaaa...!" Que viene la derecha, sí, como si no hubiera llegado ya hace tiempo a España, de la mano de los líderes políticos y sindicales principales, y tutelada por el poder económico del neoliberalismo ya en versión especulativa. Convocados por su grito como si hubiésemos de formar un nuevo séptimo de caballería hispano, esta vez no contra los indios del oeste sino contra los pobres, los parados, los inmigrantes, los no nacidos... Así que frente a la derechización
generalizada de la sociedad, qué patético resulta que
la izquierda oficial española no tenga otras utopías más
altas que reivindicar el derecho al aborto como un logro del progreso humano,
lo mismo que no dudaron en formular magnates todopoderosos como algunos
de la saga familiar de los Rockefeller y sus planes de control demográfico
sobre los países de Iberoamérica. No para liberar a las mujeres,
claro, sino para oprimir aún más a ese patio trastero y despensa
que siempre ha sido Iberoamérica para Estados Unidos.
III Una penúltima consideración. No sé si para la teóloga estadounidense Frances Kissling será una figura suficientemente feminista o no la de la italiana Gianna Beretta Molla ( 1922-1962), beatificada por el integrista Juan Pablo II el 24 de abril de 1994. A lo peor puede que no, pues tan críticamente como parecen estar acostumbrados y acostumbradas tales teólogos y teólogas a ver extraños fantasmas y a sospechar y a despreciar todo lo que la Iglesia oficial hace y propone, no dudarán en acusar a la beata italiana de conservadora por haber valorado hasta tal extremo - el extremo de dar su vida a cambio de la de su hijo- el valor sagrado de la maternidad; o por haber amado incondicionalmente a la Iglesia; o por haber querido tener familia numerosa -sí, como numerosas familias del Opus y de los kikos, siempre reducidos a conservadores tan despectivamente por ese otro bando de los reduccionistas del mensaje cristiano, los llamados o autoproclamados cristianos progres-; por haberse casado con un señor que, a través de la Acción Católica italiana de entonces había entrado en contacto con el fascismo del ex-socialista Benito Mussolini; o simplemente por rezar el rosario y asistir a misa todos los días; o bien venga usted a saber por qué... Sólo que no sería de extrañar, pues majaderías parecidas -y puede que hasta ganas de estar siempre llamando la atención, de hacerse notar, de buscar protagonismo- han llegado a decir algunos con ocasión de las recientes beatificaciones y canonizaciones de los mártires de la Guerra Civil española... Sin embargo Gianna Beretta Molla, médico pediatra y madre finalmente de cuatro hijos, conocía las posibilidades de desenlace fatal del último de sus embarazos; aun así, prefirió llevarlo hasta el final, dando su vida a cambio de la criatura que llevaba en su vientre. Desde luego a alguien como yo que estas líneas escribe, totalmente incapaz de encarnar en su vida gestos tan desprendidos y heroicos como el de la santa italiana, y a todos los que se sientan reacios a dejarse conducir por la voluntad del Espíritu de Dios hasta esas elevaciones de la generosidad y del misterio vivencial de la fe, al menos se nos debiera pedir, creo, que intentemos no entorpecer con discursos justificatorios, exculpatorios o tendenciosamente ideologizados al uso del individualismo ambiental, a quienes sí se sienten convocados a ese don de la entrega radical de sí mismos. Y por ello siempre serán más interpelantes testimonios de militancia cristiana tan a contracorriente como el de Gianna Beretta, entre tantítisimos otros, que cualesquiera discursos de claro contenido secularista-reduccionista. Tenía razón Mounier -tan equilibradamente eclesial siempre, tan hijo de su Madre, la Iglesia, y no por ello impedido para la crítica, para la denuncia dentro y fuera de Ella, para la reflexión filosófica y cultural militantemente tendida como puente de diálogo y proposición hacia el mundo-: "Hay fidelidades que valen más que la propia vida". Y aún una última consideración. Sabido es que produce cierto descontento y perplejidad, e incluso no infrecuentes sentimientos de rechazo que llevan a ensayar justificaciones o legitimaciones del aborto, el hecho totalmente incoherente de que algunos grupos y personas decididamente contrarios a las prácticas abortivas no muestren similar contundencia en oponerse y luchar contra el crimen del hambre, la pena de muerte, la tortura, las injusticias sociales... Contradicciones de esas son frecuentes sobre todo entre algunos grupos católicos de los llamados o autollamados conservadores o espiritualistas. Aunque en realidad son más sangrantes y rechazables esas incoherencias en la figura de algunos políticos, o por mejor decir, dictadores. Sin ir más lejos, es lo que quizás hayan querido poner de manifiesto algunas voces críticas que lamentaron en medios de comunicación pública, allá por los primeros días de verano del presente 1998, el que alguien tan siniestro como el militar-dictador argentino Jorge Videla -hombre de comunión frecuente, recto, disciplinado y austero- no haya dudado en manifestar públicamente su rechazo convencido al aborto siendo responsable como es él de crímenes, desapariciones y atrocidades en la historia reciente de su país. Sin embargo, los que queremos oponernos al aborto precisamente por considerarnos de izquierda -por más que lo mayoritario de la izquierda oficial pueda manifestar justamente lo contrario-, somos conscientes de que lo justo y moralmente más coherente es nuestra oposición a toda forma de muerte: ya sea por hambre, genocidio, pena de muerte, guerras, aborto... Pero no deja de ser sintomático que en vista de tamañas contradicciones e incoherencias éticas protagonizadas por personas e instituciones y grupos humanos completos -repitamos: denunciando muy convencidamente injusticias como el aborto y silenciando otras como las causadas por las enormes injusticias y desigualdades sociales existentes en nuestros días-, exista la tentación de querer fundamentar como un acto moralmente bueno la práctica del aborto. Ahora bien, el rechazo a un episodio histórico de injusticia mayor -por ejemplo, los crímenes contra el pueblo argentino de que es acusado Jorge Videla- no puede legitimar actos de injusticia menor -supuestamente menor- como el aborto. Porque la ética cristiana -que es mística o no será, parafraseando la célebre cita de Karl Rahner, esto es, utópica y profética- exige toda justicia. Dado que, como decía San Ireneo, "la gloria de Dios es que el hombre viva". Lógicamente, la exigencia
de la ética cristiana nos sobrepasa a todos, es inmensamente más
rica y plena de posibilidades que nuestro testimonio personal, que a menudo
se vuelve cómplice de tantas injusticias. Sólo que como ya
hemos tenido ocasión de plantear, los modelos éticos
cuyo testimonio podría interpelarnos no deberían ser dictadores
como Jorge Videla y otros, los que sean -Augusto Pinochet, Francisco Franco,
Fidel Castro, Somoza...-, aunque comulguen frecuentemente, da igual. Inmersos
en la vivencia de esa ética biofílica que a todos
nos sobrepasa, los modelos son y seguirán siendo los santos y los
militantes heroicos de la vida, la libertad, la fraternidad, la paz, los
derechos humanos y la justicia en todas sus manifestaciones.
IV Como conclusión querría
añadir que las reflexiones de espiritualidad cristiana que
he pretendido pergueñar -y que confío en haber logrado siquiera
mínima y modestamente- a lo largo de la presente reflexión,
pretenden mostrar cómo la radical ética cristiana
va mucho más allá, sobrepasándolos, que los discursos
decantadamente secularistas, grupo al que habría que adscribir
el de la teóloga Frances Kissling junto con la mayoría de
las propuestas que en materia religiosa ofrece un diario como El País.
Y por eso mismo no puede en modo alguno admitirse la índole moral
del aborto: porque éste rompe la cuerda o fibra de la tensión
e intensidad de la ética cristiana, la rebaja -inutilizando,
cloromorfizando el sentido redentor de la cruz de Cristo, como en más
de una ocasión ha dicho el, según nuestra teóloga
feminista, integrista Juan Pablo II-. El cristiano debe ser la persona
que durante las veinticuatro horas del día viva la propuesta de
la gracia, de llevar una existencia presidida por lo moral, muy similarmente
a los imperativos éticos y militantes de la izquierda en sus versiones
más clásicas, más transformadoras. Harina de otro
costal es que se alcance una mayor o menor coherencia existencial con respecto
a los valores religiosos que se encarnan.
V En fin, luego de la gravedad de que he querido revestir la presente reflexión qué mejor modo de acabar ésta que acordándonos -y encomendándonos a él- del Hermano Humor. Así, en mi tierra canaria existe un dicho o refrán, no sé si también en toda la Península, que dice: "Ya se cagó el perro en las papas". El sentido del refrán viene a equivaler, aproximadamente, a ese otro que dice "como éramos pocos parió la abuela". Es decir, con ambos se quiere expresar algo así como la sorpresa ante un hecho inesperado, o que resulta ser el colmo, o que es inoportuno. Pues eso, ya se cagó el perro en las papas con el artículo-entrevista de Frances Kissling. Como éramos tan pocos los que querríamos poner nuestro humilde granito de testimonio para ir convirtiendo nuestro mundo tan necrofílico en un poco más biofílico, ahora pare una señora -que no sé si es abuela, y si lo es la felicito- una pequeña entrevista teológica en la que propone que la "conciencia individual y libre de las mujeres cristianas puede llevarlas a abortar". Sólo que para afirmar tal cosa no haría falta ser teólog@, bastaría con apuntarse a alguna de las familias de la desabrida izquierda española actual7. Luis Alberto HENRIQUEZ LORENZO
1. "Ante el aborto, la conciencia debe tener la primacía". Publicado por El País, martes 9 de junio de 1998. 2. Cf L.Capilla, La Comisión Trilateral. El gobierno del mundo en la sombra. ACC, Madrid, 1993, 98 pp. Del mismo autor, La Trilateral: fase superior del Imperialismo. MCC, Madrid, 1986, 44pp. De A.González Neira, La Trilateral manda en España. MCC, Madrid, 46 pp. Y de este mismo autor varios artículos aparecidos en distintos números de la revista Cultura para la Esperanza, publicada por ACC. 3. En El País, 14-IX-1998. 4. Cf. Tradición Libertaria. "Clásicos Básicos del Personalismo", edición de Féliz García Moriyón, IEM, Madrid, 1992, 76 pp. 5. Justo al terminar de redactar estas líneas se ha levantado la polémica nacional con el comunicado de la Conferencia Episcopal española, en el que condena la propuesta parlamentaria de ampliación de la ley del aborto. A tal comunicado han respondido las fuerzas políticas convocantes de la propuesta. Todo parece listo para un nuevo debate nacional, en el que parecen reproducirse los viejos fantasmas de las dos Españas. En realidad, quienes mejor tajada van a sacar de todo esto son las dos fuerzas políticas de izquierda, de cara a mejorar la cuantía de sus votos para los próximos comicios electorales. Sin embargo, en vista de que tampoco la llamada izquierda se muestra firmemente dispuesta a solucionar los grandes problemas sociales de marginación y de pobreza existentes en España, nosotros seguiremos reafirmándonos en nuesta determinación de votar en blanco, justamente como protesta por la acusad inoperancia de todas las fuerzas políticas, sean de derechas o sean de izquierdas, en la solución de los grandes problemas nacionales, entre los que no se encuentran, ni remotamente -sostener que sí es pura falacia o estrategia electoralista-, el que pretende contemplar el cuarto supuesto con que ampliar el aborto. 6. Cf. C.Díaz, Contra Prometeo. Una contraposición entre ética autocéntrica y ética de la gratuidad). Ediciones Encuentro, Madrid, 1980, 194 pp. 7. Como era de temer, el esperado debate del día 22-09 del presente 1998 ha sido presentado -antes y después de celebrarse- por algunos medios de comunicación como una lucha ideológica entre la izquierda y la derecha. Situados en el ala izquierda, los partidarios del aborto -incluidos algunos teólogos y teólogas progresistas-, o de la despenalización de éste, o de no satanizar a las mujeres que abortan; en el ala derecha, los no partidarios del aborto, o de la ampliación de la ley que lo regula. Resulta toda esa taxonomía demasiado absurda, demasiado artificial y demasiado falaz como para no sonreir ante ella si no fuera triste. Por ejemplo: la mayoría de nuestros políticos representantes del ala izquierda pueden vivir como si fuesen del ala derecha -o como ellos mismos aseguran que han debido vivir tradicionalmente las derechas- y sin embargo no parece que pierdan su condición de izquierdosos: como si lo de ser de izquierdas dependiese de algún gen que tienen, o como si para ello bastara con haber luchado un poquito o un mucho en el pasado, para pasar en el presente a sestear y vivir de las rentas. Como dice el refrán, cría fama y échate a dormir... He sido testigo de la participación en una de las manifestaciones convocadas contra la ampliación de la ley, de grupos de cristianos militantes muy sensibles a los problemas de injusticia estructural existentes hoy en el mundo. Me imagino que ha debido ser similar esa participación en otros lugares de España. Aun así, ¿ha intentado corregir o matizar su información El País comunicando a sus lectores que en tales manifestaciones han participado católicos practicantes que se declaran contrarios al aborto precisamente por ser política y éticamente de izquierdas?. Manipulación informativa sobre manipulación informativa, detrás de las cuales se esconde el propósito de organizar un tipo de sociedad afín a las convicciones y programas de la cultura dominante actual, que no es precisamente un dechado de solidaridad y compasión por los más débiles. |
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