CULTURA PARA LA ESPERANZA número 30. Invierno 1998.

Memorando de Ciudadanos del Sur Preocupados por la Directiva de la UE relativa a la Protección Jurídica de Invenciones Biotecnológicas.

A los Ministros de Desarrollo de la Unión Europea.

Estimado Ministro,

    Como ONGs, movimientos sociales, científicos y ciudadanos preocupados de países del Sur, nos dirigimos a Vd. para expresarle nuestro desconcierto y grave preocupación por la propuesta de la Unión Europea (UE) de adoptar una Directiva de patentes biotecnológicas (la "Directiva relativa a la Protección Jurídica de las Invenciones Biotecnológicas") que, si llega a convertirse en ley, permitiría a la industria patentar -y con ello establecer un monopolio exclusivo sobre- plantas, animales, y elementos del ser humano.

    Creemos que la Directiva aprobada por el Parlamento el 16 de Julio de 1997 y que de acuerdo con el procedimiento legislativo y el calendario de la UE, tendría que verse en el Consejo de Ministros de Noviembre, establece un precedente jurídico muy grave y tendrá una repercusión profundamente negativa para millones de personas del Sur, especialmente para los más pobres entre los pobres, y para el medio ambiente.

    Recogemos nuestras principales preocupaciones en los siguientes puntos, comentados a continuación más extensamente.

Legalizar la Biopiratería.

    Mediante una interpretación perversa de lo que el sentido común define como "invento" (de hecho, homologando invento y "descubrimiento") la Directiva, si llega a convertirse en ley, no sólo alentaría la continuación de la biopiratería de los recursos genéticos del Sur, sino que además convertiría a los campesinos de países del Sur y a herboristas, curanderos tradicionales y comunidades indígenas del Sur en delincuentes.

Socavar la seguridad alimentaria.

    Al aumentar tremendamente el poder y la influencia de la industria de semillas, la industria agroalimentaria transnacional y las empresas farmaceúticas, la Directiva fortalecería precisamente las estructuras políticas y económicas que en la actualidad son los principales responsables de la creación de la pobreza, la dependencia y la inseguridad alimentaria en nuestros países. El trasvase de recursos financieros del Sur hacia el Norte aumentaría especialmente, a consecuencia de las regalías (¿¿¿ROYALTY SE TRADUCE POR REGALIA O EN ESTE CASO POR "DERECHOS DE LICENCIA"???) pagadas por los campesinos del Sur, obligados a sembrar cultivos patentados y criar animales patentados para poder exportar a los mercados europeos. Es más, rechazamos tajantemente el argumento esgrimido por quienes defienden los intereses de la industria, que pretendería que la biotecnología-y por tanto la Directiva- es necesaria para poder alimentar a la humanidad.

    Muy al contrario, creemos que esta tecnología va a exacerbar los problemas de hambre y de malnutrición en el mundo, al socavar más aún el control comunitario de la producción alimentaria y el acceso a la tierra y a los alimentos.

    Al establecer legislación que permite las patentes sobre seres vivos, la Directiva puede predeterminar el resultado de la revisión del acuerdo sobre Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio en el seno de la OMC en 1999, amenazando el proceso democrático de decisión. La Directiva intensificaría la ya considerable presión sobre los países del Sur para que adopten legislación sobre patentes similar a la de EEUU, y minaría su capacidad de negociación en las conversaciones. Con ello la Directiva amenaza con socavar los esfuerzos de gobiernos y movimientos sociales del Sur por desarrollar sistemas sui generis de derechos de propiedad intelectual, permitidos por la OMC, para la protección de auténticas invenciones y la salvaguarda del acceso público a los sistemas de conocimiento tradicional que son la base del uso sostenible de los recursos en las comunidades del Sur.

    En recientes negociaciones internacionales (sobre cambio climático y sobre recursos genéticos vegetales,por ejemplo), la UE ha jugado un papel clave, actuando de freno a los esfuerzos de los EEUU de imponer un orden del día puramente mercantil, despreciando toda preocupación social y ecológica. Por ello la posible adopción por la UE de un régimen de patentes presidido por intereses comerciales principalmente de EEUU, y que demuestra muy poca consideración por cuestiones relacionadas con el desarrollo y la justicia social, la sostenibilidad ecológica, la democracia, y la ética, es motivo para nosotros de verdadero desánimo. Los ciudadanos y especialistas europeos ni siquiera han sido consultados sobre una Directiva que afectará drásticamente sus vidas y las de los ciudadanos de todo el mundo.

    Con este Memorando queremos manifestar nuestra solidaridad con los grupos europeos que se oponen a la Directiva, y nuestra determinación de unir nuestros esfuerzos a los suyos, utilizando todos los cauces democráticos posibles para oponernos a la mercantilización de las bases mismas de la vida, y para avanzar hacia una relación nueva, sostenible y equitativa entre la sociedad y la naturaleza.

1. Legitimar la Biopiratería: convertir al Sur en delincuente

    Casi toda la diversidad biológica y genética que constituye la "materia prima" para la producción de semillas y de la biotecnología se encuentra en los países en desarrollo. No es sorprendente por ello que el Norte haya dependido en gran medida desde hace tiempo de las variedades de plantas traídas del Sur, especialmente para el desarrollo de nuevas variedades de cultivo resistentes a enfermedades.

    Durante la época de las colonias, la fuerza, o la amenaza de fuerza, eran la vía para acceder y controlar la diversidad biológica del Sur. Numerosas variedades de plantas fueron recogidas sin el menor miramiento en las colonias del Sur, para su incorporación a los programas de mejora y producción de semillas del Norte, o para mantenerlas en bancos de semillas y jardines botánicos. A pesar de que la era colonial ha concluido, al menos formalmente, para casi todo el sur, el trasvase de biodiversidad del Sur al Norte no ha disminuido.

    Del total del germoplasma mundial catalogado y disponible para investigación científica y comercial, las dos terceras partes del germoplasma de los cultivos, y un 85% del material relacionado con razas animales y microbios se encuentran en bancos del Norte, a pesar de que casi todo proviene de regiones del Sur. Es más, mediante el control del Grupo Consultivo de Investigación Internacional (Consultative Group on International Research CGIAR) los intereses del Norte controlan de manera eficaz incluso los bancos genéticos localizados en el Sur, asegurándose de que la investigación agrícola desarrollada en estos bancos beneficia ante todo al Norte. Por ejemplo, la tercera parte de las salidas anuales de semillas tropicales del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) en Méjico, uno de los 16 bancos genéticos internacionales financiados por el CGIAR, va a parar a transnacionales de EEUU como Pionner Hibreed y Cargill.

    Gran parte de la biodiversidad agrícola que ha sido pirateada al Sur existe únicamente porque ha sido mantenida y desarrollada por múltiples generaciones de campesinos, de gentes de los pueblos, de las comunidades indígenas y de gentes de la ciudad, a través de una observación, experimentación, intervención y selección sistemática. Mucho antes de que a los científicos se les diera el nombre de "científicos", millones de familias de campesinos anónimos participaban activamente en el arte y ciencia de mantener y adaptar semillas para sus necesidades sociales, económicas, culturales y políticas. Por ejemplo, desde que el arroz fue domesticado por vez primera en Asia, hace unos 8000 años, los campesinos y comunidades locales han desarrollado más de 100000 variedades diferentes. Algunas se dan bien en zonas con 5 metros de lluvia al año, y otras en el desierto; algunas medran en lugares con temperaturas de más de 30.C de media, mientras que otras prosperan en climas frescos; pero todas ellas son fruto del cuidado de las gentes del campo que han sabido guiar la increíble versatilidad de las combinaciones genéticas para producir las variedades mejor adaptadas a sus necesidades. La diversidad de los sistemas de cultivo y variedades resultantes ha jugado un papel clave para sostener la seguridad alimentaria de las comunidades del Sur a nivel local y nacional.

    El germoplasma de esta biodiversidad alimentada por las comunidades es precisamente lo que las compañías multinacionales biotecnológicas pretenden ahora patentar. Para asegurarse derechos de monopolio sobre los materiales con valor comercial (o potencialmente valiosos) recogidos a lo largo de la historia en regiones del Sur, por ejemplo,los "corredores de la biodiversidad" están ahora poniéndose en contacto abiertamente con los jardines botánicos de toda Europa y Norteamérica y ofreciendo cantidades importantes de dinero a cambio de que su cliente (una empresa determinada) tenga la exclusiva de la utilización del germoplasma depositado en las colecciones. Además, las empresas y los institutos de investigación rastrean en la actualidad las regiones del Sur a la búsqueda de plantas potencialmente valiosas, que pudieran haber pasado desapercibidas a los coleccionistas de antaño. En una mayoría de los casos, las compañías y los investigadores se aprovechan del conocimiento de las comunidades locales para identificar variedades agrícolas o medicinales potencialmente útiles, que se llevan al Norte y patentan (principalmente bajo el sistema de patentes de EEUU) sin que haya tenido lugar la más mínima innovación. Se han tomado igualmente muestras de sangre de diversos pueblos del Sur, y algunas de las líneas celulares obtenidas han sido patentadas.

    Las siguientes patentes, algunas de ellas concedidas y otras pendientes de resolución, son el resultado de esta investigación depredadora:

* El barbasco, Clibadium sylvestre.

     Planta muy conocida cultivada por los pueblos indígenas de Amazonía desde hace cientos de años, utilizada en agricultura y medicina. Se conoce sobre todo por sus propiedades como veneno eficaz, que atonta y paraliza a los peces. Un compuesto del barbasco, sin modificación alguna y menos aún paso inventivo, ha sido patentado por Conrad Gorinsky, presidente de la Fundación de Etnobiología del Reino Unido.

    El compuesto está siendo comercializado por los gigantes farmacéuticos Zeneca y Glaxo. (Números de Patente: EP 531413; US 5,599,839; WO 9118595).

* Cúrcuma, Curcuma longa.

    Hierba medicinal utilizada desde tiempo inmemorial en la medicina ayurvédica de la India -sus raíces son aplicadas a las heridas para estimular el proceso de curación-. La cúrcuma ha sido ahora patentada por investigadores de la Universidad de Misisipí (EEUU).

     La patente estadounidense otorga a la Universidad derechos de monopolio sobre "un método para estimular la curación de una herida mediante la administración de cúrcuma al paciente que padece una herida". El Consejo de Investigación Científica e Industrial de la India ha recurrido esta patente. (Número de Patente: US 5,401,504).

    Lejos de poner freno a la biopiratería, la Directiva propuesta en la UE la alentaría, por dos razones. Primeramente, al reconocer como "invenciones" productos y procesos fruto de la apropiación -es decir, del robo- de conocimientos adquiridos colectivamente a lo largo de generaciones de investigadores anónimos, la Directiva legalizaría este robo. La biopiratería no sería ya piratería: pasaría a constituir un derecho consagrado en la Ley de la UE.

    En segundo lugar, al permitir la concesión de patentes de organismos vivos, la Directiva proporcionaría a la industria un nuevo medio con el cual establecer control sobre áreas de la naturaleza que hasta ahora eran patrimonio común de las comunidades del Sur. Con ello se incentivaría inevitablemente el saqueo de los bienes y el conocimiento común de la humanidad por parte de las compañías, en su afán por explotar y controlar lo que la industria ha bautizado ya con el término de "oro verde" de la biodiversidad. Si se establecieran derechos de patente, incluso las empresas y los investigadores que tienen reparos hacia las patentes biológicas se verían obligados a entrar en la misma dinámica. Y será el Sur quien aporte gran parte de las variedades de plantas y animales cuyo monopolio y control, a través de las patentes, buscarán las empresas.

    Las consecuencias para la subsistencia de las poblaciones del Sur -en especial para los pequeños campesinos- son gravísimas. En el momento en que se concedan patentes sobre plantas o animales utilizados por los campesinos del Tercer Mundo, su derecho a comerciar con la planta o animal patentado en los países que reconocen la patente se verá gravemente restringido. Recientemente, por ejemplo, dos profesores de la Universidad del Estado de Colorado patentaron una variedad de la quinoa (Chenopodium quinoa), uno de los principales cultivos alimentarios andinos. Se sabe desde hace mucho tiempo que la flor masculina de la variedad "Apelawa" es estéril; esta característica ha sido utilizada por los dueños de la patente para crear un híbrido de la quinoa. Los derechos de patente en este caso no se limita a una sola variedad, sino que se extienden a todas las variedades derivadas de la Apelawa. Los propietarios de la patente podrían legalmente, si quisieran, impedir la entrada o exigir el cobro de una tasa sobre la quinoa importada a EEUU, caso de que procediera de cultivos híbridos de la variedad Apelawa. Si en Europa se concediera una patente similar, las mismas restricciones comerciales serían aplicables a las importaciones de quinoa a la UE.

    Las patentes también otorgan a su titular el derecho a cobrar regalías (royalties: ¿¿¿ DERECHOS DE LICENCIA???) sobre las semillas de las variedades patentadas, aún cuando las semillas hayan sido guardadas de la propia cosecha. Si los países del Sur adoptaran una legislación de patentes similar a la propuesta de la Directiva de la UE -y actualmente la industria y gobiernos del Norte están ejerciendo una enorme presión para que así lo hagan los campesinos se verían obligados a pagar cada año por el fruto de su propia investigación a lo largo de muchos siglos. Guardar semilla de cosecha para la siembra del próximo año forma parte de la tradición campesina, particularmente en el Sur. Permitir la concesión de los derechos sobre las semillas a una compañía multinacional, que puede entonces mantener o retirar semillas del mercado a su antojo, restringir el acceso a la cosecha, y exigir regalías por la semilla guardada por los campesinos para su cultivo, equivaldría a convertir a los campesinos en delincuentes por el hecho de guardar semillas o intercambiar variedades patentadas; crearía dependencia donde antes había autonomía; obligaría a los campesinos a pagar por lo que hasta ahora ha sido un bien gratuito que les pertenecía; y poco a poco reduciría a los agricultores a meros empleados bajo contrato al servicio de las compañías. Para los más pobres, el resultado más probable sería un aumento del endeudamiento y en última instancia la quiebra y pérdida de todos sus bienes.

2. Socavar la Seguridad Alimentaria

    Lejos de favorecer la seguridad alimentaria, como pretenderían quienes defienden los intereses de la industria biotecnológica, las patentes de variedades de plantas y organismos vivos socavarán drásticamente más aún la capacidad de los países del Sur para alimentarse.

    Es cierto que las biotecnologías pueden incrementar el rendimiento de determinados cultivos alimentarios. Sin embargo, ni los pobres son pobres ni los hambrientos pasan hambre porque haya escasez de comida en el mundo; son pobres y pasan hambre porque no pueden acceder a los medios para comprar comida o para producirla ellos mismos, sobre todo a medida que más y más campesinos de los países del Sur son expulsados de sus tierras. En el supermercado global, sólo comen quienes tienen ingresos suficientes para convertir sus necesidades biológicas en "demanda efectiva". El simple aumento de la producción (suponiendo que la biotecnología haga posible este aumento), sin abordar las causas estructurales de la pobreza y del hambre, es una receta que no conduce a alimentar el mundo, sino a continuar dejando que mueran de hambre una proporción considerable de los seres humanos que lo habitan.

    Mediante la cesión del control sobre el germoplasma al sector más poderoso de la agricultura -lo que equivale a poner en sus manos el control de los procesos de producción y distribución desde la semilla hasta el estómago- las patentes amenazan con reforzar precisamente las estructuras sociales, políticas y económicas que hoy impiden el acceso de las personas a los alimentos, generando así escasez de comida. La mayor parte de los cultivos transgénicos, por ejemplo, están siendo desarrollados principalmente por grandes compañías, a menudo transnacionales. El negocio de estas compañías no consiste en regalar sus productos; venden a quien tiene dinero para pagarlos. No es sorprendente, en consecuencia, que gran parte de su investigación se encamine a la búsqueda de nuevos cultivos industriales destinados a los grandes mercados, y no al desarrollo de alimentos para los más pobres. En el sector del maíz, por ejemplo, el control de nuevas variedades manipuladas genéticamente está ya en manos de las compañías transnacionales más grandes del mundo, cuyos programas de reproducción de semillas están transformando el maíz, de alimento, a materia prima para la industria.

    El veinticinco por ciento de las solicitudes de patente de maíz manipulado genéticamente, por ejemplo, se refieren a técnicas para modificar la calidad del maíz; el grueso de la investigación se centra en un aumento del contenido de almidón, producto básico en muchas aplicaciones industriales.

    Otros programas de investigación reflejan una preocupación similar por el aumento de beneficios de la empresa, y no de la seguridad alimentaria. Un informe de la Organización de la Industria Biotecnológica, por ejemplo, sugiere que en el futuro se dedicará un gran esfuerzo a aplicaciones que faciliten el transporte y la elaboración de alimentos. Características como un proceso de maduración de putrefacción retardado en la fruta y en los productos de huerta, por ejemplo, suponen una mejora en el aspecto del producto de cara a su transporte a largas distancias y a su permanencia en las estanterías de un supermercado durante periodos más largos de tiempo. Este tipo de avances vienen determinados por una preocupación puramente comercial relacionada con la gran distribución de los productos, y no con cómo alimentar a los más pobres.

    La manipulación de alimentos para prolongar su vida en las estanterías puede mejorar los márgenes de beneficios de las compañías, pero no supone mejora alguna para la subsistencia de los campesinos, para la salud, o para el medio ambiente. Las compañías globales que controlan la producción y la distribución mundial puede que necesiten un suministro de tomates cuadrados y de tomates que no se pudren, pero los pequeños agricultores y los consumidores que buscan un producto fresco no es eso lo que necesitan. Para ellos vale más -como muchos grupos de pequeños agricultores han dejado claro reiteradamente- estimular una producción de alimentos local y su consumo lo más cerca posible del punto de producción, de forma que sean los consumidores y los productores, y no compañías transnacionales, quienes controlan el mercado, además de beneficiar al medio ambiente mediante una reducción de la contaminación que supone el transporte.

    Indudablemente, la biotecnología está empujando a los agricultores hacia un monocultivo y una uniformidad genética cada vez mayor en sus explotaciones. El resultado será un aumento de los problemas de seguridad alimentaria, minada por la erosión de la biodiversidad que es la base de una agricultura sostenible y sana. Además, existe un riesgo muy real de contaminación genética -que vendría a añadirse a la ya pesada carga de contaminación química que soporta el medio- que podría alterar dramáticamente procesos ecológicos y biológicos claves, ocasionando alteraciones genéticas en toda la cadena alimentaria que permanecerían como legado para las generaciones futuras. Mientras que la producción, venta y utilización de productos químicos dañinos puede ser prohibida para minimizar sus daños, una prohibición de los contaminantes genéticos sería inútil, ya que una vez en el medio los organismos vivos continúan reproduciéndose y no atienden a prohibiciones. Este tipo de alteraciones están ya dándose, como resultado de los cultivos y alimentos manipulados genéticamente que han sido introducidos en el medio ambiente y en la cadena de alimentos. El permitir a intereses comerciales patentar seres vivos sólo puede llevar a acelerar el ritmo con que se están introduciendo cambios genéticos en la cadena alimentaria, y la probabilidad de modificaciones adversas graves.

3. Socavar la posición del Sur en la OMC

   Persuadidas por los contundentes argumentos morales, económicos, políticos y sociales en contra de las patentes sobre seres vivos, numerosas ONGs y organizaciones de los pueblos del Sur han instado a sus gobiernos con éxito a que desarrollen sistemas alternativos sui generis de derechos de propiedad intelectual, permitidos en el marco de la OMC. Estos sistemas protegerían las auténticas invenciones, y al mismo tiempo constituirían una salvaguarda del acceso público a los sistemas tradicionales de conocimiento que son la base del uso sostenible de los recursos en las comunidades del Sur.

     EEUU se opone enérgicamente a estos sistemas sui generis. Hace no mucho, por ejemplo, EEUU advirtió a Tailandia de que un proyecto de ley cuyo fin era el reconocimiento y protección del conocimiento y de los recursos genéticos medicinales tradicionales podría ser contrario al acuerdo sobre Derechos de Propiedad Relacionados con el Comercio (DPRC) de la OMC. El gobierno de EEUU ni siquiera había visto el proyecto de ley cuando cursó esta advertencia.

     La cláusula que permite a las naciones excluir plantas y animales del ámbito de las patentes y desarrollar sus propios sistemas sui generis en la OMC se revisará en 1999. La Directiva de la UE vaciaría de contenido un debate abierto y cumplido de esta cláusula y minaría seriamente la capacidad de los gobiernos del Sur para resistirse a las presiones ejercidas por EEUU para que adopten patentes de seres vivos.La Directiva propuesta en la UE cerraría de antemano una de las pocas oportunidades potencialmente democráticas que tienen los países para negociar sobre el más fundamental de los derechos -el derecho a utilizar nuestra biodiversidad y conocimiento para satisfacer nuestras necesidades básicas de alimentos y de medicinas- en el seno de la OMC.

    Habida cuenta estas consideraciones, le instamos a:

 * Oponerse a la actual Directiva.

 * Emplear toda su influencia, presionando a su gobierno para que vete la Directiva cuando el Consejo de Ministros se reúna en Noviembre de este año para ver la propuesta legislativa.

 * Presionar para que se lleve a cabo una consulta pública sobre este tema, tanto en Europa como en el Sur, dado que nuestras sociedades se verían profundamente afectadas por la legislación.

    Reconocemos que es preciso establecer algún tipo de normativa que regule los derechos de propiedad intelectual relacionados con productos biotecnológicos en la UE (esto, de hecho,podría conseguirse sencillamente mediante una reforma y clarificación de la Convención Europea de Patentes); sin embargo, nos unimos a nuestros compañeros del Norte en su categórico rechazo del marco de normativa establecido en la propuesta de Directiva y, por supuesto, de los intereses que la han impulsado.

    Reiteramos: Con este Memorando queremos manifestar nuestra solidaridad con los grupos que en toda Europa se oponen a la Directiva y nuestra determinación de unirnos a ellos en el uso de todos los cauces democráticos posibles para oponernos a las patentes sobre la vida, y en la búsqueda de una relación nueva, sostenible y equitativa entre las sociedades y con la naturaleza.

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