CULTURA PARA LA ESPERANZA número 34. Invierno 1999

Ya es primavera en el ...

  Grandes centros comerciales reciben una ingente masa humana ávida de adquirir los mil y un productos propuestos por la sociedad de consumo en sus pantallas publicitarias. Los compradores son ajenos a las maquinaciones que se esconden tras la amable (en general) sonrisa del vendedor...

    Unos amigos me han hecho llegar unas notas sobre lo que ellos quisieran que se supiera del funcionamiento de esos grandes almacenes donde ya es primavera... antes de que despunten las flores.

    Ya hace tiempo, cuando aún convivían con su inmediato competidor, se pusieron de acuerdo con él para fundar un sindicato 'amarillo', de control de los trabajadores. Es curioso cómo los aparentemente competidores se ponen de acuerdo con facilidad para controlar el supuesto 'mercado', que más se parece a un oligopolio. Últimamente se ha oído incluso hablar de una propiedad común de Coca Cola y Pepsi: dos sectores de mercado distintos y un sólo propietario verdadero. La UPE, conocido internamente como el sindicato de 'grandes superficies' fue creado por la colaboración de los dos competidores para fundar las bases de la prohibición de la sindicación, o monopolio de esta, que viene a ser similar. Al frente de éste sindicato pusieron 'jefecillos' de confianza que habían alcanzado cierto grado en la escala de mandos de la empresa.

    Los ascensos son uno de los temas estrella en el funcionamiento de la empresa. Han sabido crear un clima de competitividad tal que todo empleado que quiera seguirlo siendo debe participar en la carrera de ascenso que culmina en 'la jefatura'. La otra denominación de éste estado culmen, que expresa sus características mucho mejor, es la de 'interesado'. El 'interesado' recibe en primer lugar un gran reconocimiento a su labor y no debemos desdeñar la importancia de los refuerzos sociales, como diría un psicólogo conductista. Pero también es más 'interesado', si cabe, porque hay aparejada una recompensa económica, un aumento de salario. Además, el 'interesado' recibe un paquete de acciones de la empresa, lo que le hace preocuparse más por ella. En realidad son unas acciones que no rentan casi nada, suponen en primer lugar, una especie de 'medalla al mérito en el trabajo'; pero también son como un plan de pensiones ligado a la empresa, porque no se pueden vender, es obligatorio devolverlas a la jubilación o despido, estando la recompra garantizada.

    El 'interasado' para llegar a tal ha tenido que demostrar su fidelidad a la empresa vendiendo a sus compañeros, haciendo de espías, reventando huelgas, etc. Las amistades más íntimas se rompen con facilidad. Y ello a pesar de que (o en virtud de, quien sabe) todos los años se 'pasa la piedra': delante de los jefes les hacen ver sus defectos (denunciados por espías muy próximos) y les marcan sus metas para el siguiente período anual en un proceso que más bien parece un lavado de cerebro.

    Muchos de los santones del pasado, practicantes de esta escala de fraccionamiento del personal, se ven ahora perseguidos en el contexto de una política de rejuvenecimiento de la plantilla. Cuando el ínterés de la empresa así lo exige, ningún mérito pasado proteje a nadie. Las vejaciones incluyen retirarlos de la vida 'social' de la empresa apartándoles de 'pasar la piedra' y/o cambiarlos de puesto, que puede llegar incluso a colocarlos en la ¡retirada de carritos de la compra! del supermercado (de un tiempo a esta parte también tienen alimentación y una cadena de 'hipers'). Es la preparación para que el caído en desgracia se avenga a "un arreglo" cuando la empresa lo crea maduro. La política tiene sus frutos, mis amigos comentan varios casos que acabaron en depresión, infarto o apoplejías.

    ¿Qué puede denunciar un trabajador para congraciarse con la empresa?. Como botón de muestra hablaremos de los noviazgos, emparejamientos, parentescos... Es motivo de despido automático caer en la tentación de enamorarse en el entorno laboral. Si alguna vez pasa, los interesados se cuidan mucho de mantenerlo en secreto hasta que uno de ellos encuentra otro empleo y puede marcharse. Por supuesto, los embarazos no están bien vistos, como es habitual en muchas empresas. Por eso la tendencia es a contratar en precario a las chicas jóvenes para poderlas despedir en cuanto se les note el embarazo. También está estríctamente prohibido simultánear el trabajo en otro lugar. Se controla, por ejemplo, a los camareros por si en los días libres sirven algún banquete para conseguir un sobresueldo.

    La empresa sigue la política económica que se va haciendo habitual en todas y que explica la cantidad ingente de contratos creados y destruidos de que nos informan cada mes para volver, al final, a la misma cantidad de parados. No por habituales estas cosas hemos de asumirlas en nuestra conciencia sin un rechazo moral radical. Recuerdo aquellos jóvenes economistas ganadores de un concurso de reflotación de empresas que preguntados por la fórmula aplicada contestaron: reducción de personal. ¡Me pregunto si hace falta estudiar mucho para llegar a esa solución!.

   Su política de personal es conseguir una bolsa de futuros, posibles empleados dispuestos a incorporarse plenamente a la empresa cuando sean requeridos. El tipo 'almacenado' es un chico o chica 'Danone', con estudios medios ellas y economistas recién licenciados ellos. A ellas las contratan por horas, a tiempo parcial como eufemísticamente se dice ahora. Trabajan en fines de semana, Navidades, Reyes y en las 'rebajas' de enero y julio. Las mejores, las más sumisas, guapas y agresivas (no hay contradición, el primer 'sumiso' se refiere al interior de la empresa; el segundo 'agresivo' se refiere al exterior, a la venta) pueden llegar a conseguir un contrato en precario. Ellos tienen 'más' suerte, con un contrato basura los van preparando a la vieja usanza. Con lo que pagan a un 'viejo' con derechos adquiridos pueden disponer de cinco licenciados jóvenes, cultos, agresivos, muy puestos en informática y marketing.

    Los puestos de trabajo clásicos, con derechos a la antigua, sufren una reducción drástica. Han 'amortizado', por ejemplo, a las cobradoras de las cafeterías. Antes, por higiene, los camareros no debían tocar el dinero. Ahora, por agilizar el cobro y no hacer perder tiempo al cliente, deben cobrar ellos. No es difícil suponer que en ambos casos los verdaderos intereses eran otros.

    También se ha empleado la centralización cuando ha convenido. La administración ha pasado a Madrid, lo que ha supuesto la amortización de puestos de trabajo a la vez que un alejamiento del cliente, detectada sobre todo cuando éste haga una reclamación.

    Otras veces interesa la dispersión. A gran parte de los trabajadores se les ha 'ayudado' a convertirse en autónomos. A los repartidores a domicilio les han vendido los vehículos usados para que cargen son su seguridad social, sus bajas, su jubilación... Esto se ha traducido en que tengan que repartir más horas, afrontar las multas, competir contra sus antiguos compañeros... Trabajadores con muy diferentes tareas han sido 'invitados' a 'hacerse empresa' y luchar por contratar los servicios que antes realizaban para la gran superficie.

    Pero lo que más me llamó la atención, de lo que mis amigos me contaron, fueron algunos detalles sobre los proveedores y sobre la financiación.

    A los proveedores los 'cuidan' como a sus trabajadores. Los consideran suyos y juegan con ellos de la misma manera. Para obligarles a trabajar en exclusiva les van haciendo pedidos superiores a los que saben que pueden servir. Esto obliga al proveedor a contratar más personal, a comprar más maquinaria... a invertir su dinero o endeudarse y a abandonar a cualquier otro cliente. Cuando consiguen que se trabaje en exclusiva para ellos, viene la parte dura. Comienzan a ajustar y a imponer los precios que el proveedor tiene que aceptar si no quiere verse sin pedidos para amortizar su inversión. La repercusión es clara, la política inicial paternalista, se convierte en soga de ahorcado para las empresas suministradoras que pasarán, a su vez, a bajar los sueldos, ocultar altas a la Seguridad Social, exigir horas extras no pagadas, etc.

    Uno de sus proveedores favoritos son las monjas. Con todos mis respetos para ellas, algún día habrá que plantearse qué papel socio-económico juegan con sus precios de la hora de trabajo y su tratamiento de las altas/bajas en la seguridad social.

    Pero lo que más asombra es su manejo del dinero. La cadena de grandes almacenes posee un banco. Un banco que no tiene sucursales abiertas al público pero que, al parecer, dispone de una capacidad increible. Tengo noticias sobre los préstamos que este banco ha hecho a otros bancos y al mismísimo gobierno cuando han estado faltos de liquidez. ¿Será una forma de ganarse la protección del poder político y económico?. Como es un banco semi-privado, su funcionamiento no es muy transparente. Incluso un familiar me ha comentado que estuvieron estudiando la posibilidad de ocultar en ese banco los fondos de la cooperativa para protegerlos de los manejos de una constructora.

    Pero lo más increible es el tratamiento que hace del dinero de sus empleados. La empresa no paga dinero físico, de curso legal, prácticamente nunca; se limita a ingresar la nómina en la cuenta que cada empleado tiene en el banco. Esto no sería excesivamente grave si no fuera ligado a una gran presión sobre los que osan retirar dinero defraudando la confianza en la empresa. Bueno, ¿algún dinero tendrán que retirar para realizar las compras de lo necesario para vivir?. ¡Claro!. Pero como esta gran superficie tiene de todo, el trabajador no tiene más que hacer uso de su tarjeta de compra. Es más, se controlan los gastos de cada unidad familiar intentando detectar si estos son inferiores a los asignados por los directivos. Si es así, se inicia una investigación sobre por qué esa austeridad o por qué se están realizando compras en otros lugares de forma más o menos encubierta.

    En el fondo, proveedores y trabajadores financian a los grandes almacenes, que retrasan en lo posible los pagos en metálico y se retroalimentan del consumo de su propia gente, que tienen asegurado.

 

A. Saa

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