CULTURA PARA LA ESPERANZA número 37. Otoño 1999.

En memoria de Dom Hélder Cámara

   Su muerte, silenciada por los medios de comunicación, pasó desapercibida. Su entierro tuvo lugar sin pena ni gloria, no era noticia porque allí no estaban los poderosos de la tierra, no había Jefes de Estado, ni Primeros Ministros, ni representantes de las Casas Reales; los únicos que acompañaron a Dom Hélder en su último viaje, fueron aquellos a los que él acompañó durante toda su vida: los pobres, los desheredados, los pequeños, los últimos de este mundo.

   Su muerte ha sido el mejor ejemplo de coherencia, de fidelidad y autenticidad; hasta el final, supo ser testigo y profeta de que si se quiere ser fiel al Evangelio no se puede servir a dos señores, a Dios y al dinero, o lo que es lo mismo, a Dios y a los poderes de este mundo.

   Nunca dio motivo a los poderosos y grandes para salir fotografiados con él, no recibió premios ni medallas, sus libros no fueron prologados por personajes célebres, muy al contrario, no dudó en acusar y denunciar la violencia estructural e institucionalizada que condena a poblaciones enteras a la miseria y a la muerte, así como la complicidad de los gobiernos y de las sociedades de los países más ricos. 

   El silencio informativo sobre su muerte y la ausencia de hombres poderosos en su entierro, han sido la mejor prueba de su amor y entrega a los pobres y de que nunca, ni en vida ni en muerte, se dejó manipular por los grandes de este mundo. . 

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