CULTURA PARA LA ESPERANZA número 38. Invierno 2000.

Empresas gigantes por encima de los Estados

Fréedéric F. Clairmont
Le Monde Diplomatique, diciembre 1999


   En materia de concentración de capital, el siglo termina como comenzó. En 1906, en  Lajungla, el novelista Upton Sinclair (1878-1968) denunciaba la ficción del "paraíso norteamericano" y los crímenes del gran capital en la época de los "Barones ladrones": "Estamos en el paroxismo de un siglo de competencia comercial feroz, la guerra a muerte en un cuerpo a cuerpo entre los patronos del Beef Trust y la Standard Oil de Rockefeller para conseguir el premio gordo: apoderarse de Estados Unidos". Después de la Gran Depresión de 1873, la concentración industrial y bancaria se había acelerado de tal manera que dos investigadores federales, los economistas J. B. Y J. M.Clark, podían escribir en 1912 que "sólo con eso, el tamaño de las fusiones que se han producido recientemente tiene que alarmar a los que las han visto prepararse. Si regresásemos al período Carbonífero, cuando se repobló la Tierra por los dinosaurios, las modificaciones quese produjeron en la vida animal apenas serían más espectaculares que las provocadas por esas corporaciones monstruosas en elmundo de los negocios (1)"

   Aquella metamorfosis en la concentración de riqueza que hizo decir a Walter Rathenau, industrial alemán de primera línea y fundador de AEG, que "trescientos hombres, que se conocen personalmente, dirigen los destinos económicos de Europa y escogen entre ellos a sus sucesores (2)". El cambio, desde aquella época, es que aquellos trescientos se han reducido, en Europa a ciento cincuenta. Las concentraciones han reconfigurado el capital no sólo en Estados Unidos, sino también en Francia, en el Reino Unido, en Alemania y en Japón, es decir, en los cinco países que dominaban la economía mundial a comienzos del siglo y que ocupan actualmente cerca del 90% de los asientos de las primeras doscientas sociedades del planeta.

   Esas doscientas megafirmas, para las que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hace de escudo y de promotor, abarcan el conjunto de la actividad humana: desde la industria a la banca, del comercio al por mayor al comercio al por menor, de la agricultura extensiva a todas las esferas posibles de los servicios financieros, ya sean lícitos o ilícitos. En efecto, para los "grandes" de la banca y de los seguros las distinciones entre dinero limpio y dinero sucio han desaparecido desde hace muchísimo tiempo. Esos doscientos se han reestructurado sin embargo con fórceps, al albur de los apetitos voraces de predadores en busca de presas cada vez más grandes. Así, en Estados Unidos únicamente durante el año 1998 Exxon absorbió a Mobil por 86 millardos de dólares, Travelers Group al Citicorp por 73,6 millardos de dólares, SBC Communications a Americatech por 72,3 millardos de dólares, Bell Atlantic a GTE por 71,3 millardos de dólares, AT&T a Media One por 63,1 millardos de dólares.

   El importe total de esas cinco fusiones-adquisiciones sobrepasó los 366 millardos de dólares. A escala mundial poseían 2,5 billones de dólares y en 1999 han superado los 3 billones. Desde comienzos de la década de los 90 las cifras manejadas en esta dinámica han alcanzado los 20 billones de dólares, o sea, dos veces y media el Producto Interior Bruto (PIB) de Estados Unidos. Los tres recuadros que acompañan este texto dan una imagen en cifras de ese universo "concentracionario".

   El cuadro I se ha establecido a partir de las capitalizaciones en la Bolsa, es decir, el valor en dólares de las acciones actualmente en curso, multiplicado por el número de títulos en circulación. El cuadro II, a partir del volumen de negocios y de beneficios, refleja la distribución geográfica del poder transnacional desde dos puntos de vista diferentes pero ligados entre sí.

   Lo que muestran las cifras del cuadro I es la preponderancia aplastante de los mastodontes norteamericanos -71,8 % del total mundial de las capitalizaciones en Bolsa de las cincuenta primeras empresas- y las enormes desigualdades entre las seis primeras economías imperiales. Por ello conviene reducir a sus justas proporciones los discursos sobre una “economía de mercado” que favorecería la asignación óptima de los recursos humanos y financieros. Conviene igualmente sacar a la luz la extensión del poder de las firmas transnacionales, que camufla la mitología de la "globalización".

   El cuadro II revela otra dimensión de la dominación internacional. En términos de volumen de negocios y de beneficios, las doscientas megafirmas están repartidas geográficamente en los mismos seis países que las cincuenta primeras en términos de capitalización bursátil: Estados Unidos (74), Japón (41), Alemania (23), Francia (19), Reino Unido (13) y Suiza (6). Juntos, esos seis países poseen el 88% del total de las firmas que ganan terreno constantemente desde hace seis años. Estados Unidos ha progresado (pasando de 60 a 74 firmas) y Japón ha retrocedido (cayendo de 60 a 41 firmas). Desde 1982, el volumen de negocios de esas doscientas ha pasado de tres a siete billones de dólares y, a pesar de la contracción de la economía mundial, su crecimiento anual (en dinero constante) ha representado, como muestra el cuadro III, el doble de la de los países miembros (29 actualmente) de la Organización para el Comercio y el Desarrollo Económico (OCDE). El mismo cuadro muestra que, desde 1992, el volumen de negocios de las doscientas es superior al PIB combinado de todos los países del mundo que no pertenecen a la OCDE.

   Aunque en los estudios bienpensantes teóricos la acumulación del capital se presenta como ahorro e inversión, conviene al menos recordar que las sumas asombrosas que estimulan la Bolsa y aguzan el apetito de los predadores gigantes provienen del endeudamiento. La deuda mundial acumulada (de gastos privados, de empresas y de Estados) pasó entre 1997 y 1999, de 33,1 billones de dólares a 37,1. Es decir, un crecimiento exponencial anual de 6,2%, tres veces más que el del PIB mundial: un gigantesco volcán susceptible de entrar en erupción en cualquier momento.

   Con las políticas que están aplicando las firmas gigantes están jugando con fuego. La "bajada de costes" y la "creación de valor" (al igual que sucedió con la "racionalización" en los años veinte y treinta) significan, en lenguaje corriente, la liquidación de centenares de miles de empleos. De ahí proviene el resurgir de la combatividad de los asalariados. Los Hit Men, esos "capitalistas asesinos" emboscados en el seno de las firmas gigantes (3), como los gángsteres de Al Capone al acecho de sus rivales en la esquina de una destilería clandestina, deberían meditar, si llega el caso, sobre lo que sucedió a quienes podría considerarse por muchos motivos sus auténticos precursores.

   (l) J. B. y J. M. Clark, The Control of Trust, Macmillan. Nueva York, 1912.
   (2) Rosa Luxemburgo, Die Akkumulations des Kapitais: ein Beitrag zur okonomischen Erklarung des Imperialismus, Vorwarts Singer Berlín, 1913.
   (3) Léase a Frédéric F. Clairmont, "Fusions d'enterprises, festins de prédateurs", Le Monde Diplomatique, septiembre de 1999.

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