CULTURA PARA LA ESPERANZA número 38. Invierno 2000.

Los Fondos Éticos

   ¿Qué hacer con los ahorros?. Alguien podría decir que una buena solución es no tenerlos, no acumular dinero y por tanto no generar ese problema. Y esto puede ser válido para la acumulación sin sentido, con el único objetivo de acumular por acumular, por asegurarse tras del dinero la influencia del “poderoso caballero”.

   Sin embargo, parece que la lógica económica, a muy distintos niveles, marca otra perspectiva. Una familia puede querer mantener una cierta cantidad de dinero para cubrir eventualidades. Otra puede plantearse ahorrar para conseguir la entrada de una vivienda. Otra puede prever un gasto extra de inicio de los estudios de uno de sus miembros. De idéntica manera, una asociación o una empresa puede necesitar ampliar sus estructuras o cualquier tipo de inversión, que implique previamente una cierta acumulación de dinero.

   Mientras llega el momento de usar ese dinero, se plantea qué hacer con él, puesto que debido a la inflación, por baja que ésta sea, el dinero irá perdiendo valor real, es decir, irá perdiendo capacidad de compra a medida que el tiempo vaya pasando. Por otra parte, mientras se espera al uso de ese dinero nos podemos plantear sacarle alguna rentabilidad. Ya no sería sólo evitar perder poder adquisitivo sino tener alguna ganancia ¿Puede servirle nuestro dinero a alguien en el tiempo en que prevemos que no necesitaremos usarlo? ¿Podemos compartir los beneficios del uso del dinero con ese tercero? En otras palabras, ¿podemos pedirle a ese posible usuario de nuestro dinero que comparta con nosotros los beneficios que ha obtenido por disponer de él? El asunto es peliagudo y no resuelto del todo desde criterios éticos o morales.

   Podríamos plantearnos que no sería lícito prestar dinero exigiendo cierta cantidad a cambio. Podríamos plantearnos cuál sería un precio justo del dinero, bien desde la perspectiva de no perder valor adquisitivo, bien desde la perspectiva de participar por contrato previo de los beneficios que ese préstamo monetario produciría (el único riesgo radicaría en la no-devolución del préstamo).

   Los judíos tenían prohibido el préstamo con interés a otros judíos, pero no a los gentiles. La Iglesia Católica prohibió durante mucho tiempo el préstamo con interés, denominado genéricamente usura. Sin embargo, hacia la segunda mitad del siglo XVIII, el Papa Benedicto XIV se planteó en una encíclica si habría circunstancias y condiciones en que fuese legítimo exigir un interés. En realidad las presiones eran muy grandes porque los países europeos de “herejes” ya habían abolido esa antigua norma y los países católicos se reconocían en franca desventaja a la hora de hacer negocios. La manifestación del Papa no fue más allá de plantearse el estudio de posibles circunstancias legítimas pero aquello sirvió para que todo el mundo se sintiera con motivos fundados para apuntarse al negocio sin mayor problema. Los musulmanes continúan teniendo prohibido el préstamo con interés.

   El asunto puede tener otro tipo de solución que sería la inversión en empresas. En lugar de prestar dinero, se puede aportar ese dinero para entrar a formar parte de una sociedad económica asumiendo los riesgos que ello implica (posibles pérdidas), pero previendo también los beneficios que se puedan producir. Esto se puede concretar en la formación de “más o menos pequeñas” empresas o en comprar acciones de empresas más grandes en el mercado que se encarga de ordenar estas compras y ventas: la bolsa. Sin embargo, inversiones de este tipo implican a menudo una formación muy especializada para poder decidir qué tipo de empresas serían interesantes para la inversión y cuáles se adecuarían a nuestra necesidad de recuperar el dinero en la fecha prevista sin pérdidas. De esta manera volvemos a las entidades financieras que, como los bancos, gestionan nuestro dinero. Este dinero unido al de otros muchos posibilitan que los gastos de los estudios de inversión antes referidos y los gastos de las gestiones necesarias para realizar todas las operaciones no sean tan gravosos para la “pequeña” cantidad de dinero de que nosotros disponemos. Sería una inversión “colectiva” para ahorrar en los costes del proceso.

   Pero no sólo los bancos pueden hacer esta tarea, también lo hacen entidades gestoras similares a las que llevan las cuentas de una comunidad de vecinos o de una pequeña empresa. Con esto evitamos caer en el apoyo al sistema financiero explícito (bancos). Esta solución es la que mantienen los musulmanes en forma acorde con su prohibición de apoyar o participar en el comercio del dinero. Dejar el dinero a un banco a cambio de un interés supondría entrar tu mismo en un préstamo con usura, así como posibilitar el préstamo por parte del banco a sus clientes en un nuevo ciclo de usura...

   No todos los fondos de inversión responderían a este esquema de participación en el proceso productivo y creación de riqueza real. Desde un punto de vista económico el objetivo de maximizar el beneficio lleva a anteponer este a cualquier otro objetivo. Así aparecen las actividades especulativas del dinero, que se mueve de uno a otro lado para conseguir el mayor interés sin importar el efecto que pueda producir sobre la economía productiva de bienes y servicios, o lo que es lo mismo, sobre la vida de personas que dependen de esas actividades económicas (podemos recordar la última crisis con la caída de las bolsas asiáticas). A menudo nadie se considera responsable de las consecuencias de este tipo de decisiones; aunque siempre aparece una figura que se apunta los “éxitos”. Rechazar este tipo de inversiones sería un primer paso en un planteamiento ético del dinero. Pero, ni este mínimo suele plantearse. Así, existen grandes fondos de inversión ligados a los planes de pensiones, en la base constituidos con los ahorros de millones de personas “sencillas”, que con sus movimientos especulativos han provocado catástrofes económicas impresionantes, sobre todo en países pobres. Esto puede ser debido a los movimientos financieros propiamente dichos o a la implicación en actividades aberrantes como la fabricación y comercio de armas. Como hemos delegado en instancias financieras, nadie nos atribuimos responsabilidad en esas consecuencias.

   Sin embargo, desde hace algunos años están apareciendo fondos que se comprometen a mantener una serie de criterios en sus inversiones. Una gestora o banco se encarga de los criterios económicos y una asociación o fundación se encarga del control de los criterios éticos. No obstante, de la información recogida, se deduce que los criterios éticos sólo afectan al tipo de empresa que puede ser considerada para la inversión (por ejemplo si es de armas o contaminante) pero no al comportamiento financiero (por ejemplo, pasar dinero a una empresa que hace planes de expansión gracias a ello y cuando está en ese proceso retirar el dinero dejándola con deudas y sin capital disponible).

   Nos ha resultado un tanto difícil saber cuántos fondos de este tipo operan en España ya que parece haber una competencia sobre quién ha sido el primero y un afán propagandista en las “noticias” encontradas. Según  estas, en marzo de 1999 “había” dos fondos ligados a un banco con criterios marcados por la doctrina católica. En abril de 1999 se creó el “primer” fondo ético de España, éste ligado a la ecología. En mayo “había” 5 fondos ligados a ONGs, dos de ellas ligadas a institutos religiosos católicos. El fondo lo maneja una gestora profesional o un banco que se encarga de los criterios económicos y una fundación, ONG o asociación que vela por el respeto a los criterios asumidos por el fondo. Así, los fondos se configuran en función de los presupuestos ideológicos del promotor que se explicitan desde un principio. Algunos también marcan criterios para el uso de los beneficios conseguidos. Desde los que se comprometen a aportar a diferentes causas el 0,7% de los intereses generados, a los que implican reinvertir en proyectos de desarrollo todas las ganancias. Esto da lugar a multitud de posibilidades.

   Existen fondos etiquetados como católicos que tienen varios criterios excluyentes y de elección positiva. Se excluye la producción y/o comercialización de armas, la producción y/o comercialización de tabaco o bebidas alcohólicas, la producción con mano de obra infantil o que vulneren los derechos humanos (que, entre otras pueden implicar referencias específicas a la producción de preservativos, píldoras abortivas, etc.). En algunos no queda claro la responsabilidad por la comercialización de los productos además de su producción. Criterios positivos para anteponer una inversión serían la solidaridad, la promoción de la mujer, de minorías o discapacitados, apoyo a la familia, educación, vivienda, atención a áreas marginales... Otros criterios serían la utilización de procesos no contaminantes, la utilización de energías y materiales renovables o la preocupación por el hambre en el mundo.

   Esta opción de utilizar fondos éticos de inversión para mantener la capitalización ha sido asumida en general por la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), que ha tenido jornadas presididas por su Administrador General para explicar la filosofía y funcionamiento de este sistema de ahorro.  Dos de los fondos están directamente controlados por ONGs dependientes de Institutos religiosos.

   Otros fondos se gestionan en relación con criterios de ecología y desarrollo. Uno marca los criterios siguientes: premiar a las empresas con políticas de transparencia sobre sus actividades, con comportamiento ambiental adecuado, con relaciones laborales adecuadas (valorar la negociación laboral, la seguridad y la formación en el trabajo), con mecanismos para hacer repercutir la riqueza generada en su entorno, con productos de calidad. Se excluyen empresas ligadas a la energía nuclear y la fabricación de armas.

   En Estados Unidos también se han creado fondos atendiendo a los requerimientos de su moral puritana: ninguna inversión relacionada con el alcohol, el tabaco o el sexo.

   Aunque fueron los judíos los primeros en contar con un fondo ético (en EE.UU.), los fondos para musulmanes, respetuosos con los mandatos del Corán, parecen los que imponen mayores restricciones. No invierten en industrias cárnicas, empresas de armamento, alcohol, hoteles, juegos de azar y sector financiero. Las autoridades islámicas velan en este caso porque las normas se cumplan fielmente. Las inversiones suelen restringirlas a informática, telecomunicaciones y sanidad. El planteamiento de evitar inversiones en el sector financiero, además de evitar el apoyo a la usura evita inversiones indirectas; si comprara acciones de un banco y éste tuviese intereses en una fábrica de armas no se estaría velando por los criterios éticos del fondo.

   La objetivación de todos los criterios planteados son a menudo difícil y se recurre a diferentes índices:
   . Incidencias judiciales de carácter ambiental
   . Políticas de gestión de residuos
   . Certificados  ambientales obtenidos
   . Estabilidad en el empleo
   . Incidencias judiciales de carácter laboral
   . Siniestralidad laboral
   . Condiciones de trabajo de la mujer
   . Integración de discapacitados
   . Aportaciones a causas benéficas
   . Programas de calidad
   . Inversión en investigación y desarrollo
   . Políticas de marketing y publicidad, etc.

   Por parte de la Comisión Nacional del Mercado de Valores hay intención de regular esta actividad para velar por el cumplimiento de los criterios éticos a que se comprometen estos fondos.

   Parece que mantener criterios éticos no afecta a la rentabilidad. Al menos eso muestran los resultados de estos fondos en el Reino Unido (crecimiento medio de 8,1% en 1997 frente a 4,7% de los convencionales) y en Estados Unidos (el 25% de estos fondos se situaron entre el 10% mejores de su categoría). Al parecer estos resultados se deben a tres razones: 
   - tienden a invertir en empresas de menor tamaño, con mayor capacidad de crecimiento y de adaptación a los cambios en el mercado.
   - las empresas con criterios éticos son empresas más eficientes, mejor gestionadas.
   - los gestores de los fondos éticos necesitan saber más que los de los convencionales sobre las empresas y por tanto, se basan en una información más completa.

   Los dos españoles de los que tenemos noticias consiguieron una rentabilidad del 11,4 y 19,7% respectivamente en 1998.

   Los problemas que presentan estos fondos como solución a un sistema financiero radicalmente ladrón, serían dos. Mantener por una parte un sistema económico viciado en sí mismo, aunque se vayan forzando condiciones laborales o productivas más ecológicamente humanas. Ignorar las interrelaciones entre empresas, obviando la imposibilidad de mantener una pureza en cierto modo farisaica. Esto se agrava cuando los campos elegidos para la ética son muy raquíticos como el caso de los fondos puritanos de que hemos hablado.

   No obstante, se abren posibilidades para trabajar en un campo que, so pretexto de especialización técnica, se abandona en manos de los “listos”. Aunque los fondos éticos suponen una fragmentación de sectores de población preocupados por algunos aspectos injustos del sistema económico (y a los que, de paso, se les facilita una buena conciencia a menudo paralizante), al menos comienza una preocupación por el destino del propio dinero y la responsabilidad en su uso. Si se sigue avanzando en las respuestas a estas preocupaciones, en la medida en que se pongan en cuestión los fundamentos macabros del sistema de explotación, quedarán de manifiesto las contradicciones de estas experiencias y se irá avanzando hacia una mayor justicia.

Antonio Saa

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