CULTURA PARA LA ESPERANZA número 42. Invierno 2001.

La liberalización financiera: Empobrecimiento y Deuda Externa para el Sur.

"El mundo de las altas finanzas puede comprenderse sólo si se tiene conciencia de que el máximo de admiración se dirige a quienes abren el camino a las grandes catástrofes". (John Kenneth Galbraith)

Vivimos una época en la que se están produciendo profundos cambios en el campo de la economía, que en estos momentos tiene una dimensión mundial. Este no es un fenómeno nuevo, pues la dinámica económica capitalista desde sus orígenes ha buscado conquistar espacios cada vez más amplios, creando mercados primero locales, luego nacionales, internacionales y ahora mundiales.

Este proceso de globalización económica está siendo apoyado, desde una perspectiva política, por el pensamiento neoliberal que busca la paulatina eliminación de barreras que dificultan el "libre comercio" de capitales, mercancías y servicios, e intenta conformar un terreno jurídico homogeneizado a nivel mundial para favorecer la "libertad de mercado" en cualquier rincón del planeta, forzando a los gobiernos nacionales a realizar los cambios legislativos necesarios para tal fin y dejando al Estado cada vez más relegado a un papel de garante de este nuevo "orden" económico global. Orden económico dirigido sobre todo por los grandes conglomerados transnacionales.

En este sentido, los agentes o sujetos económicos que más han favorecido este proceso de globalización han sido las grandes empresas multinacionales. El poder económico de estos grupos ha adquirido una dimensión tal que está poniendo en cuestión hasta el propio concepto de mercado, pues los principales sectores de la economía mundial están dominados por un puñado de grandes empresas que ejercen un control cuasi monopólico (oligopolístico) sobre los mismos. Los Estados, los gobiernos y los parlamentos (donde los hay) están cada vez más indefensos ante las decisiones de estos grupos económicos, que además ejercen una influencia de primer orden sobre los poderes políticos de los principales estados del mundo, no digamos ya de los estados más débiles.

Dentro de este panorama económico, el sector bancario y financiero tiene en la actualidad un protagonismo de primer orden, pues es en donde más se ha avanzado dentro del proceso de globalización neoliberal, siendo además el que más se ha beneficiado de dicha liberalización económica.

Cuando hablamos de grupos financieros internacionales, de mercados bursátiles, de fondos de inversión y de pensiones, acciones, divisas, etc., puede darnos la impresión de que estamos tratando un aspecto de la economía que está alejado de la vida cotidiana de la mayoría de la gente y que no tiene una incidencia significativa sobre el conjunto de la sociedad. Nada más lejos de la realidad, pues es precisamente la esfera financiera de la economía la que más influencia está ejerciendo sobre la marcha del conjunto de la economía, tanto a nivel nacional como internacional.

Un elemento esencial que ha influido decisivamente en el nuevo escenario financiero internacional ha sido la progresiva liberalización de los mercados financieros, que ha favorecido la dimensión tan espectacular que están alcanzando estos. El dinero circula con total libertad de unos países a otros, de unas bolsas a otras. Las transacciones financieras a muy corto plazo (fundamentalmente especulativas) se han incrementado rápidamente impulsadas por esta liberalización de los mercados de capital, la tecnología informática que hace viajar la información a la velocidad de la luz y la rápida expansión del volumen de fondos gestionado por inversores institucionales (bancos, fondos de pensiones, fondos de inversión, agencias de valores, etc.).

La importancia de los inversores privados no ha dejado de aumentar a lo largo de los últimos años, sobre todo si la comparamos con el potencial financiero de los bancos centrales (públicos) de los principales países industrializados. El total diario de transacciones sobre divisas supera los 1,5 billones de dólares. Esta cifra sobrepasa el monto de reservas de cambios de todos los bancos centrales del planeta (1,2 billones). Por otro lado, los activos financieros del sector privado global son casi cinco veces mayores que los de los gobiernos de la OCDE.

Esto significa que los inversores privados pueden transferir, en un breve plazo, enormes cantidades de dinero que, por su magnitud, además de perturbar los tipos de cambio, son capaces de neutralizar la efectividad de las medidas defensivas que instrumenten los distintos gobiernos ante la inestabilidad de sus respectivas monedas nacionales. En otras palabras, los grupos financieros privados tienen un poder muy superior al de los bancos centrales, los cuales no pueden, ni individual ni colectivamente, luchar contra la especulación.

Se ha producido, además, una progresiva concentración de poder económico en cada vez menos agentes financieros institucionales privados. La formación de grandes grupos financieros internacionales es una realidad que cada vez se consolida más con la continua carrera de fusiones y adquisiciones que dominan también el escenario financiero mundial.

Esta situación genera una gran inestabilidad económica, y por añadidura también política y social, frente a la cual los Estados se sienten impotentes para actuar. Las llamadas "tormentas monetarias", que sacuden periódicamente la estabilidad económica de países y regiones enteras, son un reflejo del destrozo que provoca un ataque financiero/especulativo de grandes dimensiones.

Tormentas especulativas de tal magnitud que no pueden ser contrarrestadas por la intervención de los respectivos bancos centrales y que conducen al empobrecimiento de muchas economías nacionales:

Como ejemplos de graves crisis económicas podemos señalar:

Una de las consecuencias más importantes que se deriva de la existencia de un sistema financiero fuertemente liberalizado y de la concentración de poder económico en grandes grupos financieros privados transnacionales, es la supeditación paulatina del poder político a las presiones de los poderes económicos. En este sentido, los intereses económicos cada vez pesan más sobre las políticas de los gobiernos. El mundo bancario y financiero tiene cada vez más poder y con la libertad de movimiento de capitales, que les permite actuar en cualquier parte del mundo sin que los gobiernos apenas puedan ponerles límites, este poder tiene unas consecuencias políticas y sociales cada vez más trágicas.

Hace falta con urgencia que se establezcan mecanismos de regulación internacionales de los mercados financieros y de las transacciones que con carácter especulativo recorren el planeta diariamente a la velocidad de la luz, y que con la misma rapidez son capaces de desestabilizar y empobrecer economías enteras.

 

CRISIS FINANCIERAS ESPECULATIVAS

La liberalización financiera está suponiendo un serio obstáculo para el desarrollo de los pueblos del Sur, siendo uno de los factores esenciales en la generación de los nuevos procesos de endeudamiento externo de las llamadas economías emergentes.

La globalización neoliberal está engendrando graves crisis financieras de consecuencias desastrosas para la población, sobre todo la más empobrecida. Desde finales de los 80 asistimos a ataques especulativos contra las paridades de las monedas, fundamentalmente del Sur y del Este. Nadie parece estar a salvo, excepto quizás (hasta ahora) el dólar, por su carácter de reserva mundial y por la dimensión de la economía norteamericana, y algo similar está ocurriendo con el euro y los países que han accedido a la moneda única.

Tenemos que tener en cuenta que los especuladores después de salir de sus bases y barbarizar en algún lugar del mundo, necesitan una moneda refugio donde colocar sus beneficios de forma segura. El dólar y el euro cumplen esa función.

La crisis financiera mexicana de 1994, fue calificada por Michel Camdessus como la primera del siglo XXI, apuntando la posibilidad de crisis sistémicas en el futuro. Desde luego si que ha sido la primera gran crisis financiera de la era de la globalización. En aquella ocasión fue preciso inyectar del orden de 40.000 millones de $ para cubrir los ataques especulativos ocasionados por el "dinero caliente" y el llamado "efecto tequila", y que afectó a gran parte de las economías del cono sur. Los ciudadanos mexicanos se enfrentan hoy en día al problema del pago de los 10 billones de pesetas que costó reflotar el sistema bancario del país.

En la crisis financiera que sacudió el sudeste de Asia, las enormes cantidades dilapidadas en algunas semanas de crisis (divisas que los gobiernos gastaban para sostener sus respectivas monedas que estaban siendo vendidas en cantidades masivas por los operadores financieros) y la huida de inversores (fuga de capitales) han dejado una pesada factura y dan fe de la volatilidad de los capitales privados, más interesados en la especulación que en el desarrollo. Las consecuencias de la crisis se extendió rápidamente a toda la región, incluido Japón.

El primer ministro malasio, Mahatir Mohamed, denunció con virulencia el comportamiento de inversores extranjeros (como George Soros) o los fondos de pensiones americanos.

Todos los países involucrados en la tormenta financiera han conocido devaluaciones monetarias salvajes. La moneda tailandesa perdió en tres meses el 40% de su valor frente al dólar. En término de una semana, la moneda coreana perdió el 30% de su valor y el mercado bursátil experimentó una caída equivalente. La crisis se extendió a Malasia, Hong Kong, Corea del Sur e Indonesia (con extrema tensión social), mientras que los inversores, presos de pánico, siguieron retirando sus fondos.

Tenemos que tener en cuenta que esta era una región en plena expansión económica y "modelo" económico a seguir por parte del Sur (según las recomendaciones del FMI), con un crecimiento de dos dígitos a lo largo de dos decenios y que, desde 1990, contaba con el 40% de la expansión económica mundial.

Desde principios de 1998, Corea del Sur, Tailandia e Indonesia, a un paso de la declaración de quiebra, se ven obligadas a dirigirse al FMI y a consorcios de bancos occidentales con el fin de obtener líneas de crédito (23 mil millones de $ a Indonesia, 17 mil millones a Tailandia, 57 mil millones de $ a Corea). Estos préstamos han sido concedidos a cambio de la aceptación de durísimos programas de ajuste, con efectos económicos recesivos y sociales catastróficos.

La crisis financiera provocó una reacción en cadena desastrosa:

La perspectiva de un paro masivo en la zona era desconocida. Al contrario hacía falta mano de obra. Incluso empresas coreanas empezaban a trasladar procesos productivos hacia otros países, por la presión al alza de unos salarios en una sociedad con prácticamente pleno empleo.

En Tailandia, el BM estimó en 800.000 las pérdidas de empleo, a 1 de enero de 1998, cinco meses después del principio de la crisis. La producción industrial coreana cayó un 10% (enero 1998/97), mientras que el paro ascendía a más de 1 millón de personas (4,5% población activa, frente al 2,6% de enero 97). En Indonesia, el ministro de Trabajo anunció que el paro había pasado de 2,5 millones a ½ de 1997, a 8 millones. Estas cifras no son sino la punta del iceberg, pues en este país toda persona que haya trabajado tan sólo una hora es contabilizada como activa. El presidente de la federación indonesia de trabajo, estimaba en 40 millones el número de parados, es decir, el 44% de los activos.

La crisis se agudiza aun más ya que en estos países no existe la menor cobertura social. En Corea, tras varios decenios de fuerte crecimiento, los salarios se alinearon con los principales países de la OCDE. No obstante, los trabajadores coreanos pagan con su salario la educación de sus hijos, los gastos de salud y su jubilación y cuando se pierde un trabajo, no se tiene el menor derecho a un mínimo subsidio (ni seguro de paro, ni ninguna ayuda). Los despidos masivos se convierten en una fuente de inestabilidad. En Tailandia, el cierre de empresas y los despidos masivos en la 2ª ½ del 97, ocasionaron una explosión de violencia en enero del 98. Las manifestaciones de obreros que bloqueaban las carreteras, tropezaron con una reacción violenta de la policía.

Fue en Indonesia donde se produjo un mayor desorden social. El hundimiento de la divisa local y la espiral de inflación provocó la bancarrota de muchas empresas. No se toleró la menor oposición pacífica y los sindicalistas independientes fueron encarcelados. Ante el anuncio de innumerables despidos y el aumento del precio de los productos, la ira popular se dejó dominar por el racismo y escogió como diana (llegando al pillaje) a la minoría china que controla la mayoría de los comercios del país.

En toda la región:

Para evitar esta escalada de graves consecuencias económicas y sociales, el movimiento sindical sugirió a los dirigentes mundiales el reconocimiento de la necesidad de una dimensión social y democrática en la globalización. Para ello demandaban una reforma del FMI y del BM, un frenazo a los efectos nefastos y contagiosos del crecimiento mundial y el establecimiento de un sistema de regulación de los mercados financieros internacionales.

La crisis financiera brasileña tuvo unas consecuencias sociales también desastrosas, sobre todo para los sectores sociales más empobrecidos, en donde las crisis se dejan sentir con especial dramatismo.

El ataque especulativo que sufrió la moneda brasileña (el real) por parte de los operadores financieros internacionales (y también nacionales) llevó a la inevitable devaluación de la moneda brasileña. El gobierno brasileño se gastó más de 40.000 millones de dólares en sostener la paridad de su moneda con respecto al dólar, dinero que le fue prestado por el FMI y que todavía tiene que seguir devolviendo. La devaluación del real provocó un espiral inflacionario que contribuyó a empobrecer brutalmente a amplios los sectores de la población de Brasil, incluida la clase media. La pérdida del 40% del valor del real, trajo como consecuencia un aumento inmediato de los precios, sobre todo de los carburantes, de los alimentos y de los productos de primera necesidad. Todo esto ocurre en un país de 160 millones de habitantes, de los que más de la mitad se encuentran por debajo del umbral de la pobreza.

En los días que siguieron al miércoles negro, algunas compañías multinacionales (Ford, G. Motors, Volkswagen) anunciaron reducciones de su actividad y confirmaron el despido de miles de obreros.

El acuerdo al que llegaron el gobierno brasileño y el FMI otorgó una "ayuda" de 41.500 millones de $ a cambio de la aceptación de un gran ajuste fiscal superior al 3% del PIB, con reformas de la seguridad social, la administración pública, el manejo de los fondos públicos, la política tributaria y la distribución del ingreso. Las consecuencias para los más desfavorecidos, de todas estas medidas llamadas de austeridad, no hace falta explicarlas.

El FMI también exigió una política monetaria draconiana, que suponía la elevación brutal de los tipos de interés. La tasa de interés de los préstamos estatales (índice interbancario) fue incrementada al 32,5% anual, lo que situó el interés de los bancos comerciales entre el 48 y 85% (50-90 otras fuentes). Numerosas industrias locales, paralizadas por deudas impagables, se han visto empujadas a la quiebra, con el consiguiente aumento del paro y la pobreza. El poder adquisitivo se derrumbó y además las tasas de interés de los préstamos personales se situaron entre el 150% y el 200%, provocando una morosidad masiva.

Un nuevo acuerdo con el FMI, firmado en febrero de 1999, preveía la reducción de los salarios como "forma de combatir la inflación". En cuanto al paro, fue presentado por la autoridades como un "mal necesario" para contribuir a ese mismo objetivo. En otras palabras, después de haber desencadenado una espiral inflacionista con la devaluación del real, el FMI exige un pretendido "programa anti-inflación" que no se dirige realmente a las causas del mal sino que hunde al país en la recesión.

Además de fijarse nuevos objetivos fiscales, se recriminó al gobierno para que intensificara el esfuerzo de privatización, lo que abría el camino a la liquidación de bancos federales y de los Estados, a que el capital extranjero tomara el control de sectores estratégicos (entre ellos el de la energía), así como de empresas e infraestructuras públicas.

Este tipo de políticas han destruido la base industrial de Brasil:

Se han creado así las condiciones para una rápida recolonización de la economía brasileña, el capital extranjero puede acudir para hacer su "mercado". Por un lado, adquiriendo empresas en dificultades y, por otro, la depreciación del real va a hacer caer el precio de los activos públicos permitiendo acelerar su privatización en condiciones particularmente ventajosas para los inversores extranjeros. El gobierno venderá aunque sea a precio de ganga, pues es una de las pocas fuentes de financiación que todavía le quedan.

Toda la estructura fiscal federal, lo mismo que el tejido productivo del país, están amenazados y tendrá como consecuencia una fractura y polarización social aún más abismal.

 

¿A DÓNDE VA A PARAR TODAS ESTAS CRISIS FINANCIERAS?

La evolución de las crisis financieras que se han dado en los últimos años no parece acarrear el colapso del actual sistema financiero internacional, sino que propicia una remodelación del mismo, provocando un reajuste de la propiedad y del control del capital entre los grupos que concentran el poder económico en el mundo.

Por otro lado, esta crisis deja al descubierto como los beneficios de la desregulación financiera, lejos de ser neutral, sirve a ciertos intereses y perjudica gravemente a otros, como ya hemos visto anteriormente.

Lo normal es que al producirse una crisis local se desate una huida de los capitales en busca de divisas sólidas o de activos seguros en los que colocarse. Y esta búsqueda de seguridad actúa en favor de ciertas divisas y ciertos valores (manteniéndolos al resguardo de la situación de riesgo) y en contra de otros (cuya cotización se hunde).

Así, los capitales se reorientan en busca de seguridad hacia los mercados financieros más sólidos de Europa y USA, y dentro de estos hacia valores como los bonos del Tesoro norteamericanos, alemanes o británicos o hacia otros títulos que encabezan el ranking de calidad a juicio de las agencias financieras más importantes. No parece pues que el colapso generalizado vaya a producirse.

Pero esto no quiere decir que todo siga igual. Las crisis financieras tienen sus víctimas que no van a ser reflotadas por sus gobiernos con la ayuda de los fondos públicos. Las legiones de desempleados que generó la crisis en Indonesia, difícilmente podrán encontrar cobijo en la sociedad agraria tradicional, destruida durante el período del auge. Las empresas quebradas que no se levantarán, o que han sido absorbidas por otras mayores, no volverán a ser las mismas. Los cambios en la propiedad están a la orden del día y siempre son a favor de los grupos con mayor potencialidad económica.

Japón, tercera pieza de la triada, fue tocado de lleno por la crisis, siendo al que se tenía como el más agresivo y dinámico de los tres centros del capitalismo mundial. La crisis de los países de la ASEAN devaluó las fuertes inversiones japonesas en dichos países. Aquí se plantea una paradoja: Japón, que es el país más ahorrador, y por ello teóricamente más solvente, fue víctima de una huida de capitales (1.000 millones de $ diarios) que lo situó al borde de la bancarrota.

Esta huida de capitales se dirigieron hacia USA y UE, reforzando las posiciones relativas de las viejas metrópolis del capitalismo occidental. Situando a sus entidades en una situación privilegiada para participar o comprar a precio de saldo las empresas en crisis de la zona del sudeste asiático, que amenazaban a hacerles sombra en el terreno de la competitividad. Los logros de la acumulación capitalista construida sobre la laboriosidad, frugalidad, docilidad de la mano de obra de esos países emergentes se vinieron abajo, por obra de la crisis financiera, en manos de sus competidores occidentales. Por ejemplo, el control de segmentos de la industria nipona del automóvil por grupos extranjeros gigantescos. Otro tanto podría suceder con determinadas actividades bancarias.

Japón y los tigres, beneficiados antaño por la desregulación comercial y financiera, han pasado a ser sus víctimas. Por eso, en las reuniones del G-7 posteriores a la crisis, Japón defendió con ahínco la regulación de los mercados financieros. Cuando el gigante se siente débil, bien que pide protección, pero cuando se siente fuerte pide que todos boxeen a cara descubierta y sin reglas de juego.

Las crisis han venido a poner de nuevo en entredicho la creencia en la capacidad de los mercados financieros de autoregularse libremente y favorecer un progreso generalizado, como pretenden hacernos creer los postulados neoliberales. En cambio, estas crisis financieras, de origen genuinamente especulativo, han venido a constatar una ley general que podríamos enunciar así: La globalización, unida a la desregulación de la actividad financiera, tiende a reforzar el poder económico de los más poderosos y a hundir, aun más en la miseria y en las deudas, a los más débiles.

La desregulación permite el aumento de la actividad especuladora y la "burbuja" tarde o temprano se acaba rompiendo por el eslabón más débil. Desatando la estampida de capitales en busca de esa seguridad que, curiosamente, solo pueden ofrecer las entidades de los más poderosos bastiones del capitalismo mundial. Estos son los únicos que pueden emitir divisas y otros valores financieros que todo el mundo acepta como refugio para colocar sus capitales.

Estos capitales también buscan la seguridad del poder militar y de una influencia política fuerte, capaz de fijar las reglas del juego, y para apoyar, en caso de emergencia, resultados favorables.

En todo este proceso lo político aparece como instrumento de lo económico. El Estado debe de intervenir estableciendo normativas, nacionalizando pérdidas, inyectando liquidez a las empresas en crisis… para garantizar seguridad a los inversores, nutriéndose para ello cada vez más despiadadamente del ahorro y el trabajo de millones de personas sencillas, a las que se les niega la posibilidad de vivir con dignidad.

 

Juan Velázquez.

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