CULTURA PARA LA ESPERANZA número 44. Verano 2001.

Cómo vende Monsanto los Organismos genéticamente modificados
Informe sobre una desinformación

Agnès Sinai

Le Monde Diplomatique,Julio 2001

Las sociedades transnacionales, habituadas a dictar sus leyes a los gobiernos, tienen que tener en cuenta a partir de ahora un despertar cívico capaz de levantarse contra sus proyectos. De ahí la proliferación de "códigos de buena conducta" y otras variantes de "cartas éticas" de las que se dotan para esconder lo que sigue siendo su único objetivo: tener las manos libres a escala planetaria para seguir creando mayores plusvalías para sus accionistas.

En el sector agroquímico es donde encuentran los mayores obstáculos: los organismos genéticamente modificados (OGM) no "cuelan" en la opinión pública, especialmente en Europa, porque ningún estudio científico ha podido probar la inocuidad ni la ausencia de riesgos para la biodiversidad que podrían derivarse de una diseminación accidental. Ni siquiera se atreven a pronunciarse los científicos sobre sus pretendidas ventajas.

Las grandes compañías del sector, y en primer lugar la multinacional Monsanto, han desplegado una estrategia de disimulo. No se trata ya de probar que sus productos no representan ningún peligro, sino de promocionarlos como remedios para los problemas de desnutrición y salud pública en el Tercer Mundo y, sobre todo, como una solución de recambio a los riesgos absolutamente reales de los pesticidas. Con campañas publicitarias minuciosamente elaboradas y ampliamente financiadas, esperan volver "al buen camino" a las opiniones más recalcitrantes. No en vano la multinacional Monsanto ha invertido miles de millones en España desde 1980, extendiendo sus redes en diferentes regiones para el cultivo del maíz y de la remolacha modificados genéticamente.

 

Estado de emergencia en Monsanto: después de un aviso de bomba en su sede francesa de Peyrehorade, en el Departamento de Las Landas, el número dos mundial de semillas agrícolas lanza en su red intranet un protocolo de seguridad en caso de ataque cibernético o físico a sus empleados, a los que se les ha pedido que denuncien cualquier comportamiento sospechoso, cualquier llamada telefónica no identificada y a cualquier persona que no lleve a la vista su tarjeta de identificación; así como que cierren con llave todas las puertas, que bloqueen el acceso a su ordenador con contraseñas y que no utilicen un módem conectado al exterior. Se han prohibido las entrevistas con periodistas, salvo en el caso de personas expresamente mandatadas para ello. Esta cultura del secreto no es, por otra parte, nada extraño en la actual directora de comunicación de Monsanto-France, Armelle de Kerros, que anteriormente estuvo en la Compañía General de Materias Atómicas (Cogema). Lo que no impide que Monsanto pretenda tener voluntad de "transparencia"...

Después del escándalo de Terminator, la primera planta asesina de la historia de la agricultura (1), la actitud de la empresa se divide entre una paranoia defensiva y una agresividad estratégica dictada por sus deberes. Los problemas empezaron cuando compró la compañía Delta & Pine Land, por la que pagó 1,8 millardos de dólares. Monsanto se hacía entonces con una patente que permitía un "bloqueo" de semillas gracias a una ingeniería genética que inhibía su rechazo de un año a otro, lo que llevó a la organización RAFI (The Rural Advancement Foundation International) a llamar Terminator a esta técnica de esterilización. Ante la indignación internacional que provocó, el presidente de Monsanto, Bob Shapiro, anunció la retirada del producto antes de presentar su dimisión.

Desde entonces, la multinacional ha abandonado su ambicioso eslogan de antaño, "Nutrición, salud, futuro", e intenta recuperar su prestigio. Producir OGM (púdicamente bautizados como biotecnologías) es, en efecto, una empresa de alto riesgo, tanto en términos de imagen como de inversiones. Por no hablar de los posibles accidentes biológicos: amenazas a la biodiversidad y aparición de insectos mutantes, resistentes a los insecticidas incorporados en las plantas transgénicas (2). En Estados Unidos, la Agencia de Protección Medioambiental (EPA) lleva ya tiempo animando a los agricultores a dedicar al menos un 20% de sus tierras a plantaciones convencionales para que puedan desarrollarse insectos no resistentes al transgeno Bacillus Thuringiensis.

Coartadas que explican que, en el baile de fusiones-adquisiciones y reestructuraciones, la agroquímica, que comprende las biotecnologías vegetales (es decir, los OGM), sea sistemáticamente aislada de los demás sectores, para compartimentar el riesgo transgénico. En esta lógica, Adventis intenta desvincularse de CropScience, su rama agroquímica. En efecto, la compañía comercializó el maíz transgénico Starlink, capaz de provocar alergias en los humanos. Ese maíz, aunque exclusivamente destinado a la alimentación animal, se encontró masivamente en los aperitivos y las palomitas de los consumidores norteamericanos, así como en la repostería de la marca Homemade Baking ("Hechos en casa"), vendidos en Japón. En este mismo contexto, en octubre de 2000 nació el primer grupo mundial de agroquímica, Syngenta, como resultado de la fusión del suizo Novartis y el anglo-sueco Astra-Zeneca, que consiguió una cifra de negocios de unos 8 millardos de euros.

Después de haberse fusionado con la gran compañía farmacéutica Pharmacia & Upjohn, Monsanto ya sólo se ocupa de agricultura, con una cifra de negocios de 5,49 millardos de dólares en 2000. Ha cedido a Pharmacia su medicamento estrella antiartrítico, el Celebrex, para especializarse en la fabricación de productos fitosanitarios, semillas agrícolas y, particularmente, semillas genéticamente modificadas. Ahora Monsanto es el segundo productor mundial (después de Pionneer), el segundo fitosemillero después de Syngenta y el número uno en herbicidas con el Roundup, el herbicida más vendido del mundo (2,6 millardos de dólares de cifra de negocios en 2000, es decir, más de la mitad de cifra total del grupo). Su objetivo ahora es conseguir que se acepten sus productos transgénicos persuadiendo a los consumidores de que más vale consumir una planta genéticamente modificada que una planta regada con pesticidas (3). Para derribar los últimos obstáculos, esta estrategia se rodea ahora de adornos filantrópicos y ecológicos.

  Sin escatimar en "ética", Monsanto adoptó en enero de 2001 un nuevo código que contiene cinco compromisos con su clientela: "diálogo", "transparencia", "respeto", participación" y "beneficios". Según el director general de Monsanto-France, Jean-Pierre Princen, los consumidores europeos (los más reticentes a los OGM) deben entender que un organismo genéticamente modificado no es nada más que un organismo genéticamente mejorado. De ahí el nacimiento del nuevo Monsanto, llamado "proyecto M2" en el lenguaje interno: sus semillas son ecológicas y buenas para la salud. Los que no lo creen sencillamente están mal informados. Además, hagamos tabla rasa del pasado: ¿quién se acuerda de que Monsanto producía el defoliante, llamado agente naranja, utilizado por los bombarderos norteamericanos durante la guerra de Vietnam?

Hoy, los equipos de la multinacional se reúnen en la ciudad de Ho-Chi-Minh para vender allí sus herbicidas y para establecer relaciones de privilegio con los medios de comunicación, los científicos y los miembros del gobierno vietnamita. Desde Filipinas a Argentina, se trata de disponer de una latitud de intervención sin límites: Free to Operate ("libre para actuar"), en la jerga de la casa.

Un "Kit-simiente"-herbicida

En lo que se refiere al consumo externo, se trata de enseñar las virtudes ecológicas de los OGM, de los que el grupo comercializa dos variedades. En primer lugar, el gen Bt, procedente de la bacteria Bacillus Thuringiensis, que emite sus propias toxinas insecticidas, lo que evita la vaporización de pesticidas suplementarios: una cosecha del algodón llamado "Bt", necesitará solamente dos, en lugar de seis u ocho. La segunda variedad es el Roundup Ready, concebido para resistir al herbicida Roundup. El agricultor compra, a la vez, en un paquete la semilla y el herbicida. La compañía presenta al Roundup como un producto biodegradable, lo que le ha valido un proceso de la Dirección general de la Competencia, el Consumo y la Represión del Fraude (DGCCRF) de Lyon, por publicidad engañosa.

En Estados Unidos, la EPA estima que el volumen anual de glifosato extendido se sitúa entre 20 y 24 millones de kilos (4). Se utiliza masivamente en la producción de soja, trigo, heno, en los pastos y los barbechos. Desde 1998 su utilización aumentó cerca de un 20% cada año. Contenido en el Roundup, es el herbicida más vendido del mundo y cada año supone, para Monsanto, cerca de 1,5 millardos de dólares anuales. La patente expiró en el año 2000, pero la compañía ha conservado una parte del monopolio gracias a las plantas genéticamente modificadas, creadas para ser tolerantes al glifosato. En Bretaña, el glifosato figura entre los contaminantes más importantes y regulares: hasta 172 veces la norma en octubre de 1999 en el Elorn, que surte de agua potable a la tercera parte de Finistère, "lo que prueba que Roundup, que se dice biodegradable, es una impostura ", explica la doctora Lylian Le Goff, miembro de la misión de Biotecnologías de la asociación France Nature Environnement. La contaminación del suelo, del agua y del agua de lluvia, del conjunto de la cadena alimentaría y del aire por pesticidas se ha convertido en un serio problema de salud pública, que la Administración francesa ha tardado en tomar en consideración. Por eso, para la doctora Le Goff, "existe una imperiosa necesidad de aplicar el principio de precaución para cuestionar la incitación a usar pesticidas, especialmente cuando está apoyada en una publicidad engañosa que alaba la inocuidad y la biodegradabilidad de los productos a base de glifosato ".

La ingestión de pesticidas por el consumidor sería mucho mayor si se extendieran las plantas genéticamente modificadas, que están altamente impregnadas. Como las dioxinas, los pesticidas, y entre ellos el glifosato, no son biodegradables en el cuerpo humano, y constituyen una auténtica contaminación invisible (5). Sus moléculas acumulan efectos alérgicos, neurotóxicos, cancerígenos, mutágenos y hormonales, que alteran la fertilidad de los varones. Sus propiedades son comparables a las de las hormonas femeninas, los estrógenos: globalmente, su acción hormonal sería responsable de una disminución del 50% del índice de espermatozoides, durante los últimos cincuenta años. Si esa disminución espermática continuara, ¡toda la especie humana debería someterse a clonación hacia el año 2060!

Aparte de sus pretendidas virtudes de biodegradabilidad, Monsanto presenta las semillas transgénicas compatibles con el Roundup como "amigas del clima" (climate friendly), porque su uso permitiría a los agricultores reducir los trabajos de labranza, e incluso terminar con ellos, al permitir almacenar en la tierra dosis masivas de gas carbónico y de metano, lo que reduciría en un 30% las emisiones de gas carbónico en Estados Unidos. Lo que no explican es por qué sería menos eficaz un cultivo no transgénico... Una única certeza: los beneficios serían menores, especialmente porque un cultivo ordinario no utilizaría el herbicida Roundup. La repentina vocación ecológica de Monsanto y el celo de su "presidente para el desarrollo sostenible" Robert B. Horsch, convergen con el interés de los vendedores del derecho a contaminar, como esos propietarios de tierras de Montana, agrupados ya en una Coalición para la venta de los derechos de emisiones de gas carbónico (6).

Aunque la fraseología para uso externo del Nuevo Monsanto está centrada en "la tolerancia ", "el respeto " y "el diálogo ", el vocabulario estratégico se vuelve mucho más crudo en el interior. La "filosofía" de la compañía, tal y como la explicó Ted Crosbie, director del programa de Desarrollo Vegetal, a una asamblea de técnicos de Monsanto-America Latina en enero de 2001, no se preocupa de los matices: "Entregamos al mismo tiempo el producto y el futuro". Claramente se trata de inundar de OGM las superficies agrícolas disponibles, para ocupar el terreno de manera irreversible. América Latina es, desde este punto de vista, "un ambiente ganador": Monsanto evalúa en 100 millones de hectáreas la superficie que, tan sólo en Brasil, aun queda por "desarrollar",

Desgraciadamente, ese país todavía es reticente respecto a los OGM, lamentan Nha Hoang y sus colegas del grupo Monsanto encargados de la estrategia Free to Operate en América Latina: "Ya es el segundo productor mundial de soja, después de Estados Unidos, y pronto será el primero. Es la mayor potencia económica de América Latina, pero es la única en que todavía no se han autorizado las plantaciones transgénicas. Los jueces han estimado defectuoso el proceso para conseguir el consentimiento para la soja transgénica Roundup Ready, aduciendo que no se habían efectuado estudios apropiados de impacto medioambiental, y han llegado incluso a argumentar que la existente agencia de regulación de las biotecnologías se había constituido de manera ilegal". La regularización del estatuto de la agencia en cuestión, CTNBio, espera la ratificación del Congreso brasileño... Objetivo: destapar el "producto" de la soja transgénica para conseguir otras autorizaciones para introducir en el mercado maíz Yieldgard, algodón Bollgard y algodón Roundup Ready, en 2002; maíz Roundup Ready en 2003; soja insecticida Bt en 2005. Mientras tanto, Monsanto invierte 550 millones de dólares en la construcción de una fábrica para producir su herbicida Roundup, en el noreste del Estado de Bahía.

La estrategia de la multinacional se centra en la biotech acceptance: hacer que la sociedad acepte los OGM y luego, o al mismo tiempo, inundar los mercados. Eso supone amplias campañas de presión publicitaria. En Estados Unidos, los anuncios televisivos los compra directamente el órgano de propaganda de las empresas del sector, el Council for Biotechnology Information. Monsanto es co-fundadora de este organismo que centraliza las informaciones relativas a las "ventajas de las biotecnologías": "La televisión es una poderosa herramienta para conseguir que se acepten las biotecnologías. Vigilad los anuncios publicitarios y haced que los vean vuestra familia y amigos", anima Tom Helscher, director de programas de biotechnology acceptance en la sede de Monsanto, en Créve-Coeur (Misuri). Se trata, sobre todo, de tranquilizar a los agricultores norteamericanos que tienen dudas en comprar semillas genéticamente modificadas, preocupados fundamentalmente por sus mercados exteriores.

Aunque en Estados Unidos, Aventis Crop Science, BASF, Dow Chemical, DuPont, Monsanto, Novartis, Zeneca Ag Products, han lanzado campañas masivas de propaganda, esas mismas compañías todavía no se atreven a hacerlo en Europa ... En el Reino Unido, el equipo de mercadotecnia de Monsanto se felicita por los resultados de su programa de "defensa de las biotecnologías " que, después de una formación garantizada por la empresa, permite a sus agentes autoproclamarse "expertos" en la materia y después acudir a los agricultores, y a las escuelas, a ensalzar los méritos de los productos transgénicos. "Lo único que hay es un exceso de comunicación ", se congratula Stephen Wilridge, director de Monsanto-Norte de Europa.

El sistema educativo es evidentemente una apuesta estratégica para conquistar voluntades. El programa Biotechnology Challenge 2000, financiado en parte por Monsanto, ha conseguido que el 33% de los alumnos de institutos irlandeses hayan escrito informes sobre el Papel de las biotecnologías en la producción alimentaría. David Byrne, comisario europeo encargado de la protección de la salud de los consumidores, movilizado para distribuir premios y trofeos, no tiene "ninguna duda acerca del hecho de que existe una relación entre las reticencias de los consumidores a las biotecnologías y la falta de información seria sobre este asunto". En 2001, el director de Monsanto-Irlanda, Patrick O'Reilly, espera una participación mayor, porque "estos estudiantes son consumidores despiertos que mañana tomarán las decisiones ".

La multinacional enseña a descodificar, incluso a reciclar los mensajes y las expectativas de la sociedad. Desde hace algunos meses, Monsanto oscila entre veleidades de diálogo y un rechazo visceral de las principales organizaciones no gubernamentales que cuestionan las supuestas virtudes de los OGM. Empezando por Greenpeace, calificada de "criminal contra la humanidad" por el inventor suizo del arroz dorado, Ingo Potrykus, empleado de Syngenta. El arroz dorado es un arroz transgénico enriquecido con beta-caroteno (vitamina A), por tanto un OGM de segunda generación, llamado "alicamento" porque tiene pretensiones medicinales además de su vocación alimentaria.

Es el primer arroz terapéutico de la historia de la agricultura y ha levantado una gran expectativa en las compañías biotecnológicas: con él, los últimos escépticos ya no dudarán acerca del carácter fundamentalmente positivo del proyecto OGM. La vitamina A, integrada por transgénesis será, en resumidas cuentas, el promotor moral de la alimentación transgénica mundial. ¿Quién se va a seguir atreviendo a criticar sus méritos, mientras hay tantos niños del Tercer Mundo afectados de ceguera, por falta de beta-caroteno? ¿Quién va a atreverse a dudar de que la vocación del comercio de semillas transgénicas es fundamentalmente nutricional, ecológica y humanitaria?

Hay que decir que la eficacia de arroz dorado en las poblaciones concernidas está sujeta a caución: Greenpeace y otros lo demuestran mediante el absurdo argumento apoyándose en microgramos, que para ingerir una dosis diaria suficiente de vitamina A, un niño del Tercer Mundo debería efectuar una proeza: ingerir 3,7 kilos de arroz dorado hervido al día, además de dos zanahorias, un mango y un tazón de arroz. La reacción pública de Potrykus, durante una conferencia de prensa en Biovisión, el "Davos" de las biotecnologías, celebrada en Lyon en febrero de 2001, fue : "Si vuestra intención es destruir los ensayos en pleno campo de arroz dorado con objetivo humanitario, se os acusará de un crimen contra la humanidad. Vuestras acciones serán registradas meticulosamente y tendréis, espero, ocasión de responder de vuestros actos ilegales e inmorales, ante un tribunal internacional ".

El demonio protesta

Todos los que dudan y critican son por lo tanto criminales contra la humanidad, incluso "demonios de la Tierra" (Fiends of the Earth), juego de palabras sobre la denominación inglesa de Amigos de la Tierra (Friends of the Earth), y nombre del dominio de un sitio de Internet, muy visitado por el personal de Monsanto. Al ser de origen "demoníaco" la crítica política, el "diálogo" sólo puede ser breve. Sin embargo, el Nuevo Monsanto ¿no se compromete en su carta deontológica, "a abrir un diálogo permanente con todos los actores concernidos para comprender mejor los interrogantes y las preocupaciones que suscitan las biotecnologías "?

Tras esta aparente solicitud hay una estrategia comercial que se pone en marcha sin pudor, la de la doble conformidad: conformidad a posteriori de la imagen de los productos OGM con las expectativas de los consumidores; conformidad de los ánimos, vía falsa propaganda publicitaria y comunicación intensiva. Porque si el sólo y único objetivo de Monsanto es conseguir que se acepte su proyecto biopolítico mundial, la Nueva Monsanto necesita mostrar una ética forzosamente de geometría variable ya que es la propia multinacional quien fija las reglas. A este fin, la sociedad ha confiado a Wirthlin Worldwide, especialista mundial en comunicación de empresa, el encargo de "de encontrar los mecanismos y las herramientas que ayuden a Monsanto a persuadir a los consumidores por la razón, y motivarles por la emoción ".

Ese sondeo de las voluntades, bautizado como proyecto Vista, se basa en "la detección de los sistemas de valores de los consumidores ". A partir de los datos recogidos, se trata de elaborar "una cartografía de los modelos de pensamiento, con cuatro niveles ( .. ): las ideas adquiridas, los hechos, los sentimientos y los valores. En Estados Unidos, los resultados de este estudio llevaron a la elaboración de mensajes que repercuten en la opinión pública la importancia del argumento a favor de las biotecnologias: menos pesticidas en vuestros platos ". En Francia, los empleados de Monsanto fueron sometidos a esa encuesta en una entrevista confidencial destinada a permitirles expresar libremente lo que pensaban de las biotecnologías "para bien o para mal", y cuyo objetivo era formar "portavoces que utilizaran los mensajes definidos por la opinión ".

El acceso al material genético, lo mismo que a los mercados, disfrutando de una total libertad de maniobra, es una doble prioridad estratégica definida por el concepto Free To Operate. La puesta a punto de un OGM cuesta entre 200 y 400 millones de dólares, y entre siete y diez años. En contrapartida a esta gran inversión, la multinacional tiene que conseguir un beneficio, garantizado por la dependencia respecto de la patente presentada sobre la planta. Para poder volver a sembrar un año y otro, cada vez habrá que pagar royalties a la empresa. Cualquier variedad que afecte a un organismo genéticamente modificado estará protegida por esta patente que, para el agricultor, implicará la compra de una licencia. El peligro, a corto plazo, es dar a las grandes compañías sementeras la posibilidad de bloquear todo el sistema, monopolizando el patrimonio genético mundial y creando una situación irreversible: el agricultor ya no podrá recuperar su patrimonio para volver a convertirse en seleccionador.

Eso podría plantear problemas a Monsanto, en los términos de su propio estatuto que le compromete a "hacer que los agricultores sin recursos del Tercer Mundo se beneficien del conocimiento y las ventajas de todas las formas de agricultura, a fin de contribuir a mejorar la seguridad alimentaría y la protección del medio ambiente ". De ahí la generosa concesión de la patente de la patata dulce transgénica a Sudáfrica, con la esperanza de conseguir una mayor implantación en el continente negro: "En Africa podemos ampliar pacientemente nuestras posiciones con el Yield Gard y con el maíz Roundup Ready. Paralelamente, deberíamos pensar en rebajar, o suprimir, los derechos sobre nuestras tecnologías adaptadas a los cultivos locales, como la patata dulce o la mandioca".

Una estrategia de doble filo que pregona generosas intenciones para penetrar en los mercados menos exigentes, y en los menos solventes, pero potencialmente dependientes. Una opción parecida a la de la implantación del arroz dorado de Sygenta en Tailandia (cuya oferta gratuita necesitó de que se anularan cerca de 70 patentes), o de la vaca lechera dopada con Posilac de Monsanto, hormona prohibida en la Unión Europea, con, vistas a conquistar mercados locales poco dedicados a las biotecnologías.

Riesgos de polución genética

En cambio, Monsanto ha conseguido hace poco que se condenara a Percy Schineiser, granjero canadiense, a una multa de 1.800.000 pesetas por "pirateo" de la colza transgénica. El interesado ha contraatacado acusando a Monsanto de haber contaminado accidentalmente sus campos de colza tradicional con su colza transgénica tolerante al Roundup, ¿La justicia puede establecer el origen de una contaminación genética? Este caso, que puede reproducirse, pone de manifiesto la dificultad de controlar las diseminaciones accidentales de OGM. En Francia, están pura y simplemente sometidas a la ley del silencio. En marzo de 2000, se sembraron en Europa varios lotes de semillas convencionales de colza de primavera, de la sociedad Advanta, aunque estaban contaminadas por semillas OGM de otra sociedad. Las plantas afectadas fueron destruidas. En agosto de 2000, algunas variedades de colza de invierno, controladas por la DGCCRF, estaban contaminadas por semillas OGM. Porque en Francia no se ha autorizado el cultivo ni el consumo de ningún OGM.

De aquí en adelante la trazabilidad va a mostrar sus fallos. Las contaminaciones fortuitas cada vez son más frecuentes. Recientemente, un responsable sanitario de Lombardia anunció la presencia de OGM en lotes de semillas de soja y maíz de Monsanto. Se han encontrado OGM en silos de semillas de maíz, almacenadas en Lodi, cerca de Milán. En Europa va a aumentar la presión, porque la soja importada, ya masivamente transgénica, viene a reemplazar a las harinas animales ahora prohibidas.

¿El objetivo de las firmas productoras de simientes transgénicas no es conseguir que desaparezca el sector sin OGM, haciendo hincapié en la importancia de los costes que implica? Es probable que, en los próximos anos, los agricultores tengan cada vez más dificultades para conseguir semillas de este sector. La investigación mundial se orienta hacia las semillas transgénicas y no es impensable que las variedades no-OGM acaben por resultar inadecuadas, e incluso obsoletas, para la evolución de las técnicas agrícolas.

En estas condiciones, cabe preguntarse por la "transparencia" que pregona Monsanto. ¿El controlador será controlado? El consumidor depende de las informaciones que le proporciona la empresa. Cada construcción genética está considerada como una patente y ninguna sociedad tiene obligación legal de entregar a los laboratorios privados un test que les permita realizar análisis de control. En Francia, la descripción de una construcción genética se deposita en la DGCCRF que es la única que puede efectuar análisis. No está habilitada para hacerlo a título comercial y no puede ser utilizada para esos fines por consumidores o industriales.

Por tanto, ¿el consumidor tendrá que conformarse con saber que la empresa sólo comercializa sus semillas después de haber sido autorizadas para el consumo humano, y que se compromete a "respetar las preocupaciones de orden religioso, cultural y ético en el mundo, no utilizando genes procedentes del hombre o de animales, en nuestros productos agrícolas destinados a la alimentación humana o animal"?. La reciente designación, para la dirección de la EPA norteamericana, de una antigua ejecutiva de la compañía, Linda Fischer, hace pensar que no sólo el nuevo Monsanto no está fuera de la ley, sino que quiere hacerla.

 

(1) Léase a Jean-Pierre Berlan y Richard C. Lewontin, "La amenaza del complejo genético-industrial", Le Monde diplomatique, edición española, diciembre de 1998.

(2) El riesgo de diseminación no controlada fue uno de los motivos esgrimidos por José Bové y otros dos agricultores para justificar la destrucción de las plantas de arroz transgénico en las tierras del Centro de Cooperación Internacional e Investigación agronómica para el Desarrollo en Montpellier en 1999. Condenados a penas de cárcel con atenuantes el pasado 15 de marzo, los tres militantes recurrieron las sentencias.

(3) Las ediciones del Instituto Nacional para la Investigación Agronómica (INRA) en Francia, publicaron un comic ("La reina roja", con textos e ilustraciones de Violette Le Quère Cady, París, 1999), cuya lectura y utilización estarían recomendadas, según afirman, para el personal de Monsanto. Se trata, en nombre de los peligros de los insecticidas, de una defensa de los OGM.

(4) Cifras mencionadas por Caroline Cox, "Glyphosate", Journal of Pesticide Reform, otoño de 1998, vol. 18, nº 3, editado por la Northwest Coalition for Alternatives to Pesticides

(5) A este respecto, léase la obra de Mohammed Larbi Bouguerra, La Pollution invisible, PUF, París, 1997.

(6) http://www.carbonoffset.org

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