CULTURA PARA LA ESPERANZA número 47. Primavera 2002
La clonación humana,¿es solamente un problema científico?
Hace años podíamos contemplar, en las pantallas de cine, una pésima película titulada "Los niños del Brasil". Quizás alguno de los lectores la recuerde. El argumento consistía en narrar un experimento científico, en el que un médico loco hacía copias exactas de Hitler.
El argumento de esta película me vino a la memoria, al leer recientemente que el doctor Severino Antinori, anunciaba el nacimiento del primer "bebe clónico". Lo que en aquella película era una historia de ciencia-ficción, hoy puede ser una realidad científica, un hecho real, aunque aún tenga mucho de ciencia-ficción.
El anuncio del profesor Antinori ha servido para agitar y crear la alarma, no sólo entre la comunidad científica, sino también en la opinión pública en general. Nuevamente parece recrudecer el, ya largo, debate, entre los partidarios de la clonación y los refractarios a cualquier experiencia de clonación humana. Es, por tanto, un buen momento para realizar una reflexión sobre lo que supone la realidad de la clonación.
Los primeros experimentos de clonación en vertebrados fueron realizados en anfibios (ranas) en el año 1952. Pero fue en los años 70 cuando Gurdon logró colecciones de sapos idénticos.
A partir de esa década, se hicieron numerosos experimentos con mamíferos. Pero, sin duda alguna, uno de los "momentos estelares" en la historia de la clonación se sitúa, en el año 1997, cuando es presentada en sociedad la oveja Dolly. Esta ovejita, en aquél momento tenía siete meses, era el primer ser clónico que se obtenía por un proceso de implantación en el óvulo de un núcleo procedente de otra célula.
Es fundamentalmente, a partir de ese año, cuando se abre a la sociedad el debate sobre la clonación. Un debate que hasta ese momento se restringía a los medios científicos y académicos se populariza, a la vez que se trivializa, con la aparición de los animales clonados.
A la vez que se mantenía el debate, nuevos animales iban siendo clonados: a la oveja Dolly le siguió el cordero Polly, y a éste el ratón Cumulina, luego la reproducción del ganado vacuno y, más recientemente, la clonación de cerdos (Millie, Christa, Alexis, Carrel y Dotcom).
El debate, en torno a la clonación, se vio reavivado a comienzos del año pasado cuando Severino Antinori anunció, a través de la cadena CNN, que deseaba ser el primero en clonar un ser humano y que su equipo ya disponía de 700 parejas voluntarias y de fondos ilimitados para dicho experimento.
Fue en diciembre del año 2001, cuando la empresa ACT (Advanced cell Technology) anunció la obtención de células madre con un método similar al empleado por el equipo de la oveja Dolly. Este experimento sitúa la clonación en una nueva perspectiva. Ya no se trata de clonar para obtener nuevos individuos (clonación reproductora), se trata de clonar para obtener tejidos vivos y órganos para transplantes ó la investigación (clonación terapéutica).
Quizás convenga recordar algunos conceptos biológicos, para tener más claro lo que supone todo el proceso de clonación.
Se coge un óvulo femenino, al que se le quita el núcleo; en el núcleo de cualquier célula está toda la información genética de la célula y del individuo. Se coge una célula somática, es decir no reproductora, del individuo que se quiere clonar, se le extrae el núcleo y se le introduce en el óvulo. A partir de ese momento se estimula el óvulo para que comience a dividirse, iniciando un proceso de desarrollo embrionario, igual que si hubiese sido fecundado por un espermatozoide.
Una vez fecundado el óvulo, comienza un proceso de división celular, formando un conjunto de células idénticas, a partir de las cuales se iniciará un proceso de diferenciación que dará lugar a los distintos tejidos y órganos del ser vivo.
Estas células, que se denominan blastocistos, son células madre pluripotentes, es decir, a partir de ellas se pueden formar cualquier tejido, pero no un individuo. El ser humano adulto tiene algunas células madre, en la piel y en la médula, pero se van perdiendo con la edad.
El procedimiento para realizar la clonación parece muy sencillo, pero realmente no lo es. Basta con señalar que el 97% de los esfuerzos para clonar animales constituyen un clamoroso fracaso.
Ian Wilmut, responsable del equipo que logró la oveja Dolly, informaba en la revista científica, "Science", que en cuatro años de experimentación con animales ha quedado demostrado que la técnica de clonación es extremadamente defectuosa y exige un enorme número de víctimas en abortos espontáneos y de deformidades. Solamente el 1-2% de los embriones llegan a término. Concluye afirmando: "No hay razón para creer que el resultado de un intento de clonación humana sea distinto".
Junto a los problemas científicos, que conlleva la clonación humana, existen otra serie de problemas éticos y legales, no menos importantes.
Desde un punto de vista legal, los países industrializados se oponen a la realización de este tipo de experimentos. La Convención Europea sobre los Derechos Humanos y la Biomedicina, también conocida como Convención de Oviedo, estableció en 1997 un marco internacional en el que se especifican las limitaciones éticas para la experimentación genética y además en 1998 se le añadió un protocolo en el que se prohíbe la clonación de seres humanos. Son estos inconvenientes legales los que motivan que la "terrible aventura" del doctor Antinori, se esté llevando a cabo en Dubai , una ciudad de los Emiratos Árabes.
Si existe una unanimidad respecto a la clonación reproductora, no ocurre lo mismo respecto a la terapéutica. Algunos países han legislado autorizando este tipo de clonación con fines terapéuticos; en Europa el primer país que ha autorizado expresamente la clonación terapéutica fue Gran Bretaña, quien lo estableció a principios del año 2001. Otros, como Alemania, se oponen frontalmente a estos procesos.
España ratificó el protocolo de prohibición de la clonación humana en enero de 2000. Ese acuerdo deja a los sistemas legislativos nacionales la definición del término "humano", al tiempo que reconoce que la clonación de células como técnica "es completamente aceptable desde un punto de vista ético".
Como era de prever, la oposición más enérgica fue la de la Iglesia Católica, que considera al embrión como un ser vivo desde la concepción. Además de la clonación, rechaza toda investigación en la que se empleen embriones "de recambio" por estimar moralmente reprobable que se use a una persona en provecho de otra.
En el documento, "Reflexiones sobre la clonación", elaborado por la Academia Pontificia de las Ciencias, se dice de la clonación que es « en el método la forma más despótica y, a la vez, en el fin, la forma más esclavizante de manipulación genética; su objetivo no es una modificación arbitraria de la sustancia hereditaria, sino precisamente su arbitraria fijación en oposición a la estrategia dominante en la naturaleza ».
A la sombra de estos debates teóricos se perfila una terrible amenaza: la del comercio de embriones y células pluripotentes.
Hay demasiados vacíos en la reglamentación de las patentes, en primer lugar en Estados Unidos, pero también en Europa y en países industrializados como Australia, Canadá y Japón. Baste recordar el caso de la oveja Dolly, nacida en el Roslin Institute de Escocia. Una firma estadounidense, Geron, compró la división comercial del Instituto y se adueñó de dos patentes británicas que causaron consternación a mucha gente en Europa y Estados Unidos: una sobre la técnica de clonación y otra sobre los "productos" de la operación. Puede estimarse pues que Geron es "propietaria" de posibles embriones humanos clonados, en su primera fase de desarrollo.
El mismo tipo de batalla comercial que se ha producido en torno al proyecto genoma, donde tras el descubrimiento de cada gen, sin haberlo identificado claramente ni entendido su función, las multinacionales de la biotecnología reivindican su propiedad. Como consecuencia, cualquiera que desee utilizar ese gen para un nuevo medicamento o el tratamiento de una enfermedad deberá "pagar para ver". Esta misma batalla nos espera con el embrión humano. Según Greenpeace, el número de solicitudes de patentes relacionadas con los embriones humanos aumenta de día en día. El año pasado, dos empresas de biotecnología, una australiana y otra estadounidense, consiguieron patentes europeas para embriones clonados humanos y animales, y para especies híbridas de embriones de cerdos y seres humanos.
Lo que comenzaba siendo una problemática de carácter científico y ético, adquiere ahora una dimensión jurídica y económica, que generalmente se sustrae al debate de la clonación, pero que va a ser fundamental para la implementación de estas técnicas.
En este mundo globalizado y neoliberal, debemos tener muy presentes las palabras que el documento eclesial, antes citado, apuntaba en la valoración de la clonación: "Se alimenta la idea de que algunos hombres pueden tener un dominio total sobre la existencia de los demás, hasta el punto de programar su identidad biológica -seleccionada sobre la base de criterios arbitrarios o puramente instrumentales-, la cual, aunque no agota la identidad personal del hombre, caracterizada por el espíritu, es parte constitutiva de la misma. Esta concepción selectiva del hombre tendrá, entre otros efectos, un influjo negativo en la cultura, incluso fuera de la práctica -numéricamente reducida- de la clonación, puesto que favorecerá la convicción de que el valor del hombre y de la mujer no depende de su identidad personal, sino sólo de las cualidades biológicas que pueden apreciarse y, por tanto, ser seleccionadas".
De momento, mantengámonos atentos a la aventura de Severino Antinori, este terrible y pésimo "remake" de "Los niños del Brasil".
Fco Javier Gurdiel