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CULTURA PARA LA ESPERANZA número 53. Otoño 2003

¿Será verdad que somos todos unos borregos?
[Todo lo que piensa la oveja del pastor, cuando va camino del prado...o enciende la tele].

Siempre nos traes al mismo prado, y hay varios tipos de hierba, sí, pero...está toda seca. La libertad parece limitada cuando vas a ver un programa y en los otros cuatro canales no hay programa, porque solo hay publicidad. O cambias de canal, pero en las demás emisoras lo que hay es casi idéntico a lo que estás viendo.

Yo te quiero mucho, pero no sé cómo me quieres tú a mí: ¿a quién quieres más? ¿me quieres más a mí, o prefieres al de la central lechera, al que me esquila, al vampiro que me muerde por las noches, o...al lobo? El sujeto de la libertad en la programación de las cadenas no siempre está claro, porque influyen muchos factores sobre la parrilla definitiva, muchas veces distintos a los intereses de las audiencias y, sí, en cambio, ligados directamente a los intereses de los demás actores: políticos y administradores públicos, socios de la empresa audiovisual, anunciantes y profesionales del medio.

¿Por qué nunca me preguntas cuáles son los prados que me gustan más? La libertad depende de las herramientas con las que se investigan las audiencias, que en algunos casos están mediatizadas desde que se conciben. Cuando se instalan mecanismos para controlar qué canal están viendo determinados hogares, pero no se sabe si hay alguien viendo la tele, qué están haciendo a la vez los que la ven, dónde está el mando y quién lo gobierna, y por qué lo hace así... Cuando se vela la estrategia para situar los contadores en determinados medios, entornos u hogares, mientras se excluyen otros.

¿Rebaño de ovejas, manada de lobos?Cuando nunca se explica a cuáles de los actores del paisaje mediático benefician tales decisiones, y a quiénes perjudica. Si las audiencias las construyen los medios, entonces, luego no tiene sentido que nos cuenten que acuden a atenderlas.

Este microchip que me has puesto en el cuello, ¿para qué sirve? No se puede conocer bien de qué libertad se habla cuando no siempre existe una investigación rigurosa sobre qué es lo que las personas quieren ver. Cuando se recurre de forma exclusiva a herramientas cuantitativas, como los sondeos, que miden respuestas cerradas. Respuestas escritas solamente por quien ha diseñado la encuesta y nunca por las propias audiencias. Respuestas que, al final, se eligen rápido, en función de lo mediáticamente correcto: qué es lo que debería decir para quedar bien con este señor. Cuando se limita el uso de herramientas cualitativas (como los grupos de discusión) en los que aparecen las intenciones y los deseos un poco más profundos y no solamente la primera idea que llega a la cabeza. Cuando se confunden, como en los guiones malos, deseo que la gente siente y necesidad que las personas reconocen.

No todas somos como la oveja Dolly ¿Alguna vez te has preguntado cómo vive en este prado esa oveja, la negra? La libertad entra en suspenso cuando hay temas y esquemas tabúes o perspectivas y marcos de comprensión que están prohibidos. No hay libertad para la representación de las mujeres, de los homosexuales, de los extranjeros, de los gitanos, de los yonis, de los enfermos mentales, de los mexicanos, de los que pillan del lado de allá.

El perro este que nos muerde en las canillas y nos ladra con tanta mala leche...¿es que no sabe hablar? Así se porta bien cualquiera... La libertad se restringe cuando se manipula la atención primaria, aprovechando que las defensas caen bajas (acabas de llegar del curro, te tumbas a la bartola, y enciendes la tele) y se apela solamente a esta atención primitiva, y se condiciona esta atención animal, para enganchar a la gente al texto audiovisual.

A pesar de la mala fama que tenemos, las ovejas tenemos cerebro, no todo es comer, balar y dormir. Si es cierto que somos los monos más listos, nuestra libertad sufrirá cuando gran parte de la selección, edición y programación de contenidos, no apele a la inteligencia, sino que se elabore de forma que no sea necesario pensar demasiado para seguir las historias. Se seleccionan los programas, los invitados y los guiones que puedan seguirse utilizando lo menos posible el coco. Y esto se hace aún sabiendo que cada persona podría poner en juego más recursos de los que utiliza en la vida diaria. El entretenimiento no excluye la libertad, pero la deja en suspenso. Al final, a la diversión le repugna que disfrutemos.

Como te da miedo el lobo, nunca nos sacas a comer hierba fresca, ¡estamos hartas ya del pienso y de no ver el sol! Los programadores son menos libres cuando aparece un temor menos racional a que caigan los índices de audiencia y este temor impide arriesgar en las fórmulas, en los géneros, en los formatos, en los guiones o en los tonos e interpretaciones. Cuando no hay tiempo para hacer las cosas bien, ni se busca el ingenio para descubrir nuevas ideas mejores.

Las ovejas engañamos mucho, a primer vista: no siempre tenemos ojos de cordero degollado. Otras veces, la libertad queda sujeta a la adrenalina: cuando las formas de presentarnos las emociones en las historias son solamente superficiales; cuando se apela a intereses prácticos que, aunque sean también humanos, no son los únicos que existen; cuando no se facilita el pensamiento sobre los sentimientos de los personajes reales o ficticios, de forma que se pudiera situar el significado de lo que está pasando en su contexto más amplio; cuando el repertorio de emociones que se guionizan es escaso, limitado y corriente; cuando las consecuencias son las de siempre y están manidas y se basan en preconceptos y en estereotipos; cuando se huye de matizar la emoción; cuando la emoción evocada no provoca, cuando no mueve a la reflexión. En la visión más pesimista, quien solo consume culebrones, acaba sintiendo como en los culebrones.

¡Tira el cayado, y ata al perro! Las técnicas de cámara, realización y edición, también condicionan esa libertad: cuando se utilizan recursos expresivos para motivar emociones y reacciones puntuales primarias sin explicar o avisar de su uso, ni de sus consecuencias en forma de reflejo condicionado. Por ejemplo, las paradojas biensonantes, los golpes de sonido, los cortes furiosos, los movimientos de cámara loca, que aparecen erráticos y están muy bien medidos. Efectivamente, la rata de Skinner también podía elegir entre dar a un botón o darle al otro.

Una oveja es un mundo: nos gusta el rebaño, pero también nos gusta perdernos...También es preciso adjetivar la libertad, cuando la visión del ser humano que manejan las historias es, exclusivamente, la del hombre que consume (sexo, dinero, poder, morbo, experiencia vivida en la piel de otro, soy lo que tengo o lo que puedo comprar); mientras se dejan de un lado aquellas que se basan en otras visiones sobre la persona (querer, sentir dentro, crear, compadecer, construir entre todos cosas que no den dinero, solidarizarme, vivir ingeniosamente mi propia vida, soy lo que quiero y soy en relación). Rompiéndonos el sano equilibrio que debiera existir entre ellas, se nos cultiva a la puta mientras se ignora a la monja.

Hay corderas que nacen para pegarse la gran vida; otros ovejos...tienen el matadero escrito en la frente. Decae la libertad, todas las libertades, si no hay un sistema educativo que funcione bien. Cuando la sociedad hipermediada niega el acceso a la educación básica que la Constitución promete garantizar, pero solo garantiza eficazmente a una parte. Si nuestros recursos intelectuales nos impiden comprender historias un poco más ricas que la vida famosa de Rociíto, o someter los procesos, los medios y los productos a un análisis crítico. Cuando cada vez conocemos menos cosas directamente. Cuando se construyen realidades sobre una tenue correspondencia con el mundo de lo real: se difuminan, en nuestra cabeza, las fronteras entre el mundo en que vivimos y el que la televisión representa. Cuando se debilitan, en general, la constancia de lo consciente y el control práctico. Cuando se cultivan creencias, modelos, mitos y comportamientos que, quizá (no lo sabemos) las personas no suscribirían si se les consultara abiertamente y se les dejara tiempo para reflexionar.

Otros prados...Si la sociedad no dispone otros recursos gratuitos de actividad importante que los que ofrece la televisión. Si la alternativa a la televisión es solamente el botellón, estar colgado en el parque, discutir en el bar con los amigotes, y en casa, con el pariente, o dormitar el domingo toda la amenaza del lunes. ¿Y si el botellón fuera nuestra eficaz herramienta de contraprogramación?

Antonio Oria de Rueda Salgueiro

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